La actual base de apoyo del presidente López Obrador es tan amplia que incluye mayorías en los estados más desarrollados del país y también en los más pobres, a las personas con los niveles educativos más altos y a los menos privilegiados, a las ciudades más grandes y a localidades rurales. La diversidad de intereses y opiniones que representa es tal que la presencia de fisuras en su coalición es previsible. Cuando un tema divisivo emerge, como la despenalización del aborto o el matrimonio igualitario, la base electoral se puede fragmentar.

El combate a la corrupción no es uno de estos temas. Por el contrario, es un tema que despierta consenso porque la honestidad es valorada casi de manera universal y muchos comparten la idea de que la corrupción es el principal problema del país. Lo que puede generar desavenencias es la idea de que el combate a la corrupción es la solución a todos los problemas. En días pasados, por ejemplo, el presidente López Obrador aseguró que “está demostrado que en los países donde no hay corrupción, no hay pobreza, no hay inseguridad, no hay violencia” sugiriendo una relación causal entre ellos (3/09/2019). También señaló que “si no hay corrupción, alcanza el presupuesto”, por lo que no hay necesidad de reforma fiscal. Meses atrás, ante las críticas por el desempeño del gobernador veracruzano, lo respaldó de la siguiente forma: “No es corrupto y eso es una bendición” (14/06/2019). En esta línea discursiva, la honestidad es sinónimo de buen gobierno. La interrogante es si la opinión pública comparte esta creencia; si valora más la honestidad de un gobernante que su desempeño.

Eso fue justamente lo que quisimos conocer en una encuesta nacional en agosto. La pregunta fue: “¿Qué ayudaría más a resolver los problemas del país: tener políticos honestos o tener políticos capaces?” Los resultados muestran una población dividida: 49% prefirió tener políticos honestos y 48% se inclinó por políticos capaces. Destaca que la división de opiniones cruza las fronteras partidistas, lo que le confiere a la disyuntiva honestidad vs. capacidad un gran potencial electoral.

A estos temas divisivos se les llama “temas cuña” porque generan opiniones encontradas, lo que los hace más propensos a cambiar de preferencia partidista o su evaluación gubernamental. A pesar del énfasis que el presidente López Obrador hace en la honestidad de un gobernante, 44% de quienes lo aprueban señalan que les resulta más importante la capacidad de un funcionario. Lo mismo ocurre con quienes hoy votarían por Morena para diputados federales: una ligera mayoría prefiere a un político honesto, pero 44% prefiere a un político capaz. La idea de honestidad como sinónimo de buen gobierno resulta insuficiente para un amplio grupo de quienes hoy sufragarían por el partido en el poder.

Los partidos de oposición también están fragmentados por el tema de honestidad vs. capacidad. Como es previsible, el electorado del PRI enfatiza más el tema de capacidad, pero los votantes de Acción Nacional están literalmente divididos. Quizá más relevante, los ciudadanos apartidistas, los tradicionales independientes que resultan cruciales en cualquier campaña, muestran incluso una ligera preferencia por la capacidad (51 a 45). Aunque estamos lejos de la jornada electoral de 2021, los datos sugieren que la bandera anticorrupción necesita ir acompañada de resultados en áreas como la economía y la seguridad. En la medida que las campañas electorales se estructuren alrededor de los temas de desempeño gubernamental y honestidad deberíamos esperar movimientos importantes en la opinión pública. Los ciudadanos también viven un momento de transición en sus preferencias. En este sentido, el presidente y su partido van un paso adelante: han ganado la disputa sobre quién encabeza el combate a la corrupción, mientras que las banderas de eficacia y capacidad de gobierno continúan huérfanas.

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