La victoria de López Obrador en la elección de 2018 se construyó con una base electoral que incluyó a regiones y grupos sociales que anteriormente le habían dado la espalda. En sus intentos previos por llegar a la presidencia, la coalición electoral de López Obrador tenía diferencias sociodemográficas y regionales muy acentuadas. En 2018, por el contrario, su candidatura triunfó uniformemente en las categorías sociodemográficas más relevantes. Hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, universitarios y personas con escolaridad básica, lo respaldaron. Ganó en todos los estados --con excepción de Guanajuato-- y el norte del país lo apoyó como nunca se había visto.

Hoy, la aprobación presidencial está en el nivel más bajo de lo que va del sexenio (62% según la agregación de encuestas de Oraculus.mx), lo que significa una caída de 19 puntos porcentuales en un año. La reprobación aumentó en forma proporcional, de 14 a 33 por ciento. Quizá más relevante, la base de apoyo presidencial empieza a mostrar cambios importantes. A quince meses de la toma de posesión, grupos y regiones que fueron los más entusiastas lopezobradoristas en 2018 empiezan a mostrar fisuras en su respaldo, y se perfilan para ser los segmentos más críticos de la actual administración. Es el caso de las personas con estudios universitarios, los jóvenes y los usuarios de redes sociales. Es también el caso de la Ciudad de México.

Las personas con estudios universitarios ilustran claramente esta dinámica. Este segmento fue un actor central de la victoria lopezobradorista: 58% de ellos votaron por el hoy presidente en la elección de 2018 (encuesta de salida nacional, Buendía & Laredo) y estuvieron con él incluso antes del inicio de la contienda presidencial. Su apoyo al entonces candidato de Morena fue inamovible durante la campaña. En los primeros meses de la actual administración (febrero 2019), 79% de los ciudadanos con educación universitaria evaluaban positivamente la gestión presidencial. Hoy la aprobación está en 43%, pero la reprobación es incluso mayor (46%). Así, en un año, el balance de opinión sobre la gestión presidencial en el segmento más escolarizado pasó de +65 a -3 (datos de las encuestas nacionales de Buendía y Laredo).

En cambio, las personas con menor instrucción (hasta primaria) muestran el patrón contrario. Aunque la mayoría votó por AMLO, fue el segmento educativo que menor respaldo le dio (45%), 9 puntos por debajo del promedio nacional y 13 puntos menos que los más escolarizados. Sin embargo, en este grupo la aprobación presidencial está hoy 7 puntos por arriba del promedio (69%) y su balance de opinión es de +47.

Entre los jóvenes (18-29 años) y usuarios de redes sociales también se observa esta evolución de opiniones, aunque en forma menos dramática. Fueron segmentos que apoyaron claramente a López Obrador en 2018 (55 y 58 por ciento de los votos respectivamente), pero en el último año han sido más reservados. Ahora son los adultos mayores y quienes no usan redes sociales quienes respaldan en mayor medida al presidente. Por ejemplo, el balance de opinión sobre el desempeño de López Obrador es de +29 entre los jóvenes (18-29 años), mientras que en los adultos mayores (46 años o más) es de +44. Es decir, en las bases sociales del lopezobradorismo hoy tienen más relevancia las personas con menor educación, los adultos mayores y quienes no usan redes sociales. De confirmarse estas tendencias, estamos ante un cambio fundamental de la coalición electoral que llevó a López Obrador a la victoria.

Este perfil sociodemográfico es muy parecido al que apoyó al PRI cuando ocupó la presidencia, incluyendo al sexenio pasado. El nuevo perfil del lopezobradorismo puede explicarse en gran medida por las políticas públicas de apoyo a los sectores más desfavorecidos, pero para el PRI significa que AMLO y Morena comienzan a arraigarse en su electorado más tradicional. El PRI ,por su parte, difícilmente podrá atraer a los desencantados con AMLO y de esa manera compensar sus pérdidas. Ante la ausencia de una figura que coordine a la oposición, la interrogante es quién podrá capitalizar la insatisfacción con la actual administración que ya alcanza a un tercio de los ciudadanos. El gran número de partidos opositores parece sugerir que el descontento se fragmentará entre muchas opciones políticas, lo cual es una buena noticia para Morena.

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