¿Cómo se explica el alto nivel de aprobación de AMLO si la economía y la seguridad pública están en malas condiciones? La respuesta convencional sería decir que estamos todavía en el periodo de luna de miel, en el que hasta los simpatizantes de la oposición le otorgan el beneficio de la duda al presidente. Solo es cuestión de tiempo para que la aprobación empiece a caer de manera sostenida. Hay visos de verdad en esta explicación, pero resulta insuficiente.
La explicación convencional ignora el contexto en que llega al poder López Obrador, en particular el abrumador rechazo al statu quo y la demanda de un cambio de rumbo. El repudio que generó Peña no tiene precedente (al menos desde que hay mediciones de aprobación presidencial). Previo a la elección presidencial, 7 de cada 10 mexicanos consideraba que el país iba por el camino equivocado. La oferta triunfadora en la elección fue la de un cambio profundo, en sus propias palabras la cuarta transformación.
El gobierno actual es entonces un gobierno reformista y ello modifica los parámetros de la evaluación ciudadana hacia la gestión presidencial. En particular las expectativas, el optimismo o pesimismo ciudadano, se convierten en el determinante principal de la aprobación. Ello se debe a que modificar el statu quo lleva tiempo y a que este es herencia de la administración anterior. Ambas circunstancias dificultan culpar al presidente por los resultados inmediatos. Así, a pesar del estancamiento económico y el aumento de la violencia, 71% de los mexicanos se siente optimista después de los primeros meses del gobierno de AMLO (solo 22% se siente pesimista, encuesta nacional de Buendía y Laredo, agosto 2019).
Aun cuando el optimismo sobre el futuro económico del país empieza a decaer, está en niveles históricamente altos. Además, las percepciones sobre la economía familiar y personal son muy positivas: 39% cree que la situación económica de su hogar será mejor en un año y solo 17% cree que será peor. El resto piensa que seguirá igual (Inegi, confianza del consumidor, agosto 2019, Oraculus.mx). Siempre ha existido una brecha de optimismo entre la economía nacional y la familiar, siendo esta última más positiva, pero la política lopezobradorista de otorgar más apoyos a un mayor número de personas puede acrecentar la brecha. Aun si la economía del país va mal, los apoyos gubernamentales pueden propiciar una mejoría relativa para un número importante de personas.
En esta línea de argumentación, el optimismo es la clave de la aprobación de López Obrador. Hoy se pagan los costos por transformar al país, pero el futuro es promisorio. Es un razonamiento intertemporal. Combatir la corrupción puede detener inversiones o generar desabasto pero en el mediano plazo el país estará mejor. Esto lleva a percibir el deterioro de la economía como una consecuencia de los intentos por transformar a México.
En consecuencia, el combate a la corrupción es crucial para la nueva administración. Es también una estrategia dominante. Por una parte, dar pasos adecuados para castigarlo (encarcelamiento de personajes de la administración pasada, delitos de cuello blanco, etc.) es prueba de que se avanza en la dirección deseada, lo cual permite sostener el elevado nivel de optimismo ciudadano sobre el futuro del país. Por la otra, aun si no se lograra sostener el optimismo ciudadano, el castigo a funcionarios de la administración pasada facilitará construir una narrativa en la que los problemas actuales son heredados y por tanto la responsabilidad del statu quo recae en los gobiernos previos.
Dos elementos adicionales juegan a favor del presidente: 1) dado el descontento con el statu quo, sus esfuerzos por modificarlo son bien recibidos. Aunque no se obtengan los beneficios esperados, posiciona al primer mandatario como el agente de cambio; 2) la ausencia de un discurso opositor que cuestione la narrativa oficial permite que esta tenga un mayor poder de persuasión entre la ciudadanía. Y, lo que no es cosa menor, se traduce en que la agenda del cambio sea monopolio del presidente López Obrador.