En todo el mundo las elecciones tienen una dimensión de cambio vs. continuidad. La insatisfacción con el statu quo lleva a los electores a castigar al partido gobernante y a votar por la oposición. El deseo de cambio significa viento a favor para la oposición y viento en contra para el partido gobernante. Lo que ayuda como oposición puede representar veneno puro ya en el poder.
La demanda de cambio impulsó el triunfo arrollador de López Obrador hace un par de años. Su llegada al gobierno, sin embargo, no significó que se saciara esa sed de cambio. Por el contrario, ha sido alentada desde el mismísimo Palacio Nacional, ahora bajo la etiqueta de la Cuarta Transformación. La interrogante es cómo puede coexistir la demanda de cambio con la aspiración lopezobradorista de que la gente siga votando por el mismo partido, en este caso Morena.
La salida natural es que Morena se apropie del tema del cambio, de la transformación del régimen. Aquí el problema radica en que Morena es un partido cuyas lealtades e identidad están en construcción por lo que monopolizar una agenda temática le llevará algunos procesos electorales más. Una complicación adicional es que el ADN de Morena es básicamente lopezobradorista. El mayor reto para el hoy partido gobernante será transmitir este ADN a sus candidatos. Si AMLO significa el cambio, ¿compartirá el electorado que los candidatos de Morena también lo representan? La tarea puede ser mayúscula si muchos de los ahora morenistas han tenido largas trayectorias en PRI, PRD o PAN.
La situación se torna más compleja si consideramos que, dependiendo del tipo de elección, Morena será gobierno y oposición a la vez. En las 15 gubernaturas que se elegirán en junio, Morena será oposición en 14 y solo buscará repetir en Baja California. En cambio, Morena gobierna un sinfín de municipios y domina los congresos locales. En la Cámara de Diputados, además, es el partido mayoritario. Si el electorado continúa con su demanda de cambio, las curules y alcaldías en manos de Morena pueden caer en otras manos.
Este panorama, además, debe contemplar la reelección legislativa y de alcaldes. Hace algunos meses una encuesta nacional arrojaba que solo 22% de los ciudadanos quería que su diputado actual continuara en el cargo (reelección), mientras que 72% prefería un nuevo rostro (Buendía & Laredo, agosto 2019). La oferta legislativa, sin embargo, es de continuidad: 441 de los 500 diputados actuales buscarán la reelección, incluyendo a 229 de los 252 diputados de Morena (Forbes, 23/12/2020). El desfase entre oferta y demanda sin duda provocará sorpresas.
En síntesis, la sed de cambio del electorado tendrá un impacto diferenciado. A Morena le beneficiará en los comicios para gobernador, pero le traerá problemas en las elecciones legislativas y de alcalde. Los funcionarios que busquen su reelección tendrán, además, la tarea adicional de demostrar que su desempeño en el cargo ha sido exitoso. Esa es quizá la mejor forma de conservar el statu quo.