La sangre de nuestros mártires Javier Campos y Joaquín Mora , nos llama a emprender una misión de justicia y reconciliación, que siga nuestro carisma como jesuitas y se sustente en una reflexión profunda sobre lo que requiere la Sierra Tarahumara y el país para alcanzar la paz.

La violencia que azota México no la pueden resolver sólo el gobierno federal o estatal, se necesita la participación de todos los actores e instituciones, ya que estamos frente a un problema estructural y cultural.

Concretamente, enfrentamos un problema de diseño institucional y abandono de la organización comunitaria. Y por eso son necesarias: una transformación institucional, una comunitaria y una personal. Esto es, un camino de justicia, que transforme estructuras, y de reconciliación, que logre los cambios culturales necesarios.

Las autoridades y la ciudadanía pueden proponer soluciones que, en mi opinión, constituyen tentaciones que no resuelven el problema, como a) creer que la solución es capturar al autor del crimen; b) militarizar la Tarahumara para generar “condiciones” de paz, o c) incrementar los bonos económicos con programas sociales sin perspectiva comunitaria.

Sobre la captura de cabecillas del crimen organizado, los estudios de seguridad muestran que esto no resuelve el problema de la inseguridad en los territorios porque, frente a una cultura criminal, lo que se genera es la multiplicación de grupos delictivos y delitos, y saturación de prisiones (PNUD, 2013).

La militarización de los territorios, según la experiencia de otras comunidades indígenas, atiende la emergencia, pero a la larga lesiona el tejido social, se altera la relación comunitaria y daña su organización. Además diversas organizaciones, como el Centro Prodh (obra jesuita), han referido y documentado los consecuencias que el despliegue militar tiene para los derechos humanos.

La práctica asistencialista y clientelar de los programas sociales del gobierno son el principal factor de desorganización comunitaria (CIAS por la Paz, 2016). La entrega de dinero sin pasar por la asamblea comunitaria o filtros con criterios claros genera conflictos internos, apatía e indiferencia.

Por eso proponemos evaluar la política nacional de seguridad y reorientar las estrategias en el ámbito municipal, lo cual implica fortalecer las policías municipales y recuperar las buenas prácticas construidas por autoridades civiles y comunidades organizadas. La ciudadanía organizada, en coordinación con sus policías municipales, puede prevenir y atender el delito, como lo demuestran municipios que han sostenido bajos índices delictivos en los últimos ocho años (CIAS por la Paz, 2022).

También, reconocer y priorizar los sistemas alternativos de justicia y las formas de resolver conflictos en zonas indígenas y campesinas, así como renovar la participación comunitaria y fortalecer sus modos de organización a nivel territorial, porque los territorios desorganizados son tierra fértil para los grupos delictivos.

Caminar hacia la paz implica abandonar el deseo de reconocimiento y poder que daña las relaciones, dejar de colocar lo económico por encima de la armonía, y lo individual sobre lo comunitario. Esto es posible si la indignación por la sangre derramada toca lo profundo del corazón y hace surgir la convicción de cuidar la vida en la diversidad.

Invitamos a las comunidades a organizarse territorialmente y a las personas a convertirse en constructoras de paz en comunidad, a vivir un diálogo incluyente para lograr nuevos acuerdos sociales de convivencia. Ya no más polarización en el país, es tiempo de construir puentes y atender las causas de la violencia.

En memoria de Javier y Joaquín, y de tantas víctimas de la violencia, hoy decimos al pueblo de México: queremos trabajar por la paz.

Asistente del Sector Social del Gobierno de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús
 @Jesuitas_Mexico

 

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