La falsa disyuntiva elegir a la Suprema Corte y todos los jueces o mantener el actual modelo de Suprema Corte y jueces al servicio de la oligarquía, es una estafa más de AMLO para adueñarse del Poder Judicial. Nada en la vida es inamovible, por supuesto que todo el sistema de justicia en México es muy injusto, un inmenso porcentaje de los millones de delitos queda impune, los presos son mayoritariamente personas en cárcel preventiva y pueden durar décadas sin ser sentenciados, ese régimen que ha sido condenado por la Corte Interamericana, se mantiene e incluso se incrementa en las reformas de AMLO.
Claro que debe ser posible elegir a los jueces en algunos casos y bajo ciertas reglas, no se deben descartar los jurados populares, que existieron en México alguna vez.
El dilema no es mantener el sistema judicial actual por uno “al servicio del pueblo”, como rezan las consignas de los fanáticos de AMLO. Sino defender la relativa autonomía que tiene actualmente el poder judicial o ponerlo bajo el control total del caudillo y su partido de estado.
Esta parte del paquete del Plan C, está inscrita en la vía rumbo a la sustitución de la incipiente república democrática, gestado por las diversas luchas y movimientos de varios decenios o el establecimiento de un régimen autócrata.
La lucha en defensa de la libertad y la democracia requiere de un gran compromiso histórico de la diversidad de pensamiento, tradiciones, nuevos actores civiles y sociales, que rebasan con profundidad el viejo y falso esquema de izquierdas y derechas.
Izquierda, comunismo e incluso socialismo, son palabras identitarias asociadas a las dictaduras criminales de los estados totalitarios del socialismo realmente existente.
La cultura estatista de pensamiento único de AMLO, está en su genética priista en maridaje con el totalitarismo de los ancianos residuos de las izquierdas anacrónicas del siglo XX, hoy recicladas en redentores millonarios que viajan de mosquita en el tranvía desvencijado conducido por el caudillo AMLO, integrado por la casta dominante a lo largo de un siglo con las franquicias de PNR, PRM, PRI, PRD y Morena, con algunos pasajeros del panismo más mercenario.
Debajo de la aplanadora de Morena corren flujos subterráneos de millones de ciudadanos que saldrán a la superficie ante la probable crisis que se avecina en Morena.
No hay que olvidar que la “mayoría constitucional, fue “construida” mediante el fraude de la sobrerrepresentación que convirtió el 54 % de los votos de Morena y sus marionetas, en un 74% de diputados y arrebató millones de votos a los electores antigobiernistas que obtuvieron el 46% en votos y los redujeron a 26% de diputados.
La voz de millones de ciudadanos, movimientos de todo tipo, tradicionales y nuevos, está fuera de la partidocracia, régimen político en crisis, no puede ser eternamente excluida.
El delirante mundo de los otros datos de AMLO estallará más temprano que tarde, será entonces donde se podrá dar un viraje democrático capaz de poner fin a la instalación de una dictadura al estilo de Maduro.
Ahora es necesario luchar contra las tendencias antidemocráticas del caudillo, que ha incrementado una gran purga, que inició desde el principio de su gobierno, contra los disidentes en la televisión, la radio y la prensa escrita.
Al mismo tiempo hay que fortalecer la lucha de los trabajadores contra el charrismo tradicional y de nuevo tipo y todas las resistencias en los movimientos de los pueblos indios, los defensores de la tierra, ambientalistas, las feministas, los estudiantes, las corrientes culturales cada día más originales y otros movimientos inesperados.
La fortaleza popular de AMLO, combinada con sus trampas y sus alianzas abiertas y encubiertas, no es invencible, ni es fatalmente transferible a su sucesora.