La disputa por la izquierda tiene sus bemoles.
Veamos. Sin duda las banderas rojas están manchadas de sangre por las dictaduras del llamado socialismo realmente existente de la URSS, China, del Este y Centro de Europa, de algunos países africanos como Angola, Mozambique, de medio oriente como Siria, de Asia como Camboya, de nuestro continente Cuba, Venezuela y Nicaragua, además de las tonterías de los partidos comunistas, socialistas y castristas en todo el planeta.
Los términos izquierda, comunismo, socialismo, marxismo tienen una doble cara, la historia de revoluciones, de la resistencia contra los nazis y fascistas, contra las invasiones yanquis, las maravillosas luchas de los obreros desde la Comuna de París, la heroica República Española en la guerra Civil, la lucha de Salvador Allende en Chile, el poder dual en Bolivia, las grandes revoluciones del siglo XX, la de Octubre en Rusia, la China, la de Cuba, la resistencia vietnamita. Pero también la de los millones de crímenes.
Las maravillosas aportaciones en la cultura: música, literatura, cine, la pintura y otras expresiones artísticas, en la ciencia, una larga ruta de huellas profundas del andar de las izquierdas.
México no es la excepción, desde fines del Siglo XIX con Rhodakanaty, Julio López anarquistas de Chalco, los hermanos Flores Magón, Zapata y Villa, los obreros de Río Blanco y Cananea, los fundadores del Partido Comunista, los muralistas Rivera , Siqueiros y Orozco, los ferrocarrileros, maestros, telefonistas petroleros, electricistas, estudiantes, campesinos como Rubén Jaramillo y su esposa, la gran fiesta libertaria del Movimiento estudiantil del 68; decenas de combates, de mujeres pioneras del feminismo. Hay miles de jornadas teñidas de rojo.
Esa tradición no se puede borrar.
La cuestión es que no basta para dibujar la identidad de las izquierdas.
En el comienzo del segundo cuarto del Siglo XXI, hay nuevos retos, nuevos sujetos de lucha, nuevas tareas donde se requiere otro pensamiento, nuevos proyectos.
La defensa del planeta; los derechos humanos; las mujeres acosadas, humilladas, asesinadas por el patriarcado; la libertad; la democracia; la igualdad; la defensa de los millones de migrantes; combatir a las bandas criminales que asesinan a miles con sus armas, sus mortíferas drogas como el fentanilo, bandas cada vez más asociadas a los Estados; la precariedad de los millones de nuevos oficios como los del mundo del uberismo, requieren nuevos paradigmas, nuevas demandas, otras banderas, no únicamente las rojas, menos si están manchadas.
Despojarse de los hábitos eclesiales, del fanatismo y la intolerancia exigen otras rebeldías, otros rostros, ahora si es necesario como nunca asaltar el cielo, combatir al poder en todas partes sin excepción y sin complicidad con los políticos y sus partidos enlodados por la corrupción, la complicidad con las bandas criminales, las fuerzas militares y los grandes capitales, como ha sido la casta que domina a Morena, sus aliados y la Cuarta Transformación en su conjunto.
No es hora de simulación, de máscaras y disfraces de millonarios redentores y demás imposturas. Es tiempo de transparencia, de autonomía para los órganos del Estado, de fin de las raíces de la desigualdad y sus expresiones en la corrupción y demás lacras del poder político.
El dilema va más lejos y más profundo de la visión binaria promovida por la 4T: pobres contra fifís.
La etiqueta de izquierda se convirtió en máscara para esconder a los millonarios falsos redentores del pueblo, asociados a los militares, los narcos y los gringos.
No es tiempo de disputar una etiqueta de izquierda.
Que se queden con su etiqueta de “izquierda”, los poderosos inquisidores.
@joelortegajuar