La simulación y perversión dominantes en la “narrativa” oficial ha conseguido someter a los trabajadores asalariados, por medio de los “sindicatos charros” y los topes salariales.

La debilidad histórica de los trabajadores mexicanos está sustentada en la ausencia de autonomía de sus supuestas organizaciones. La inmensa mayoría de los sindicatos, sus centrales o confederaciones, las antiguas y las más recientes, sean de pequeños sindicatos de empresa, de rama industrial o de los de servidores públicos, están sometidas al control corporativo del denominado sindicalismo charro. Rafael Galván les llamaba sindicatos postizos, una especie de camisas de fuerza que impiden el ejercicio de libertad sindical y en buena medida ejercer el derecho de huelga para reivindicar su condiciones de trabajo, de manera central el salario.

Mediante el charrismo, también los “sindicatos blancos” bajo el control de los empresarios o peor aún los sindicatos y contratos de protección que según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social estima que hasta 85% de los más de 500 mil contratos colectivos registrados en México son de protección patronal; es decir, se firmaron a espaldas de los trabajadores.

A nivel internacional el porcentaje de trabadores sindicalizados ha disminuido drásticamente. La caída de la densidad sindical en Estados Unidos fue del 23.2 por ciento al 11.1 por ciento entre 1980 y 2015. En Francia desde hace quince años, el porcentaje de trabajadores asalariados sindicados tiende a estabilizarse en torno al 8%. Pero, a pesar del bajo número de afiliados, las organizaciones sindicales están ampliamente representadas en los lugares de trabajo. Su presencia se ha incrementado incluso entre 1996 y 2005.

El panorama en México es semejante hay 3345 congregaciones de trabajadores registradas ante la Secretaría de Trabajo y Previsión Social que representan alrededor del 10% de los mexicanos activos económicamente. (13 agosto 1922)

No es el propósito de este texto analizar la tendencia de Extinción de los clásicos obreros fabriles, estudiada por André Gorz desde 1982-83 en su libro clásico Adiós al Proletariado, solamente intentó poner en evidencia el divorcio de los supuesto gobiernos con “discurso” favorable a los trabajadores. Lo que por sí mismo sería suficiente para mantener una posición crítica ante la llamada 4T.

También es necesario considerar que no bastan las autoproclamaciones de vanguardia o el lenguaje “de clase” de pequeños grupúsculos pseudomarxistas, para elaborar una vía capaz de romper los topes salariales de más de 40 años, que oscilan entre el 4.01 o el 4.03%, muy por debajo de los índices de inflación, lo que según el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía, UNAM, (enero 2018) da una pérdida acumulada del poder adquisitivo en los últimos 30 años, medida por la canasta básica, es de 80.08 por ciento.

Para ser muy claro, ante el embrollo decadente de la clase política mexicana cada vez más envilecida por la corrupción, la militarización, la violencia peor a la de una guerra y los vínculos escandalosos con las bandas de criminales, el reto es analizar la situación de los trabajadores e ir construyendo políticas capaces de de conquistar su autonomía, su libertad sindical, el ejercicio de la huelga y la conquista de salarios y condiciones de vida dignos.

Discutir eternamente si la Presidenta es capaz de romper el supuesto predominio de la sombra del caudillo, si es que verdaderamente lo pretende o si su defensa de la llamada 4T es genuina, es un asunto irrelevante ante la triste realidad de las condiciones de vida y ausencia de libertad de los trabajadores.

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