Históricamente abajo del hombre más oprimido, ha estado una mujer. Y desde ese entonces ha habido mujeres levantando la voz. No es una lucha de mujeres contra hombres, si no de significación y derechos. El proceso ha sido lento, de verdad, muy lento; sin embargo, de pronto pareciera que se acelera el paso.
El camino por recorrer es aún demasiado largo, más para algunas que para otras y por eso debemos caminar con paso firme y contundencia aquellas que podemos hacerlo y en nombre de las que no tienen voz. Vengo de una casta de mujeres que nunca callaron, que lucharon por sus ideales y en gran medida lograron sus metas, fueron adelantadas a su época y eso me compromete a seguir su ejemplo. Tuve un padre que me dejó ser y me impulsó a ser aún más y el día de hoy creo que en este país es más de lo que pueden decir muchas.
Pero algo es claro, aun siendo privilegiada, también he sido acosada, me han dicho que mis logros han dependido de hombres, me han pedido no opinar, me han dicho loca por levantar la voz, me he sentido y me siento insegura en la calle.
Mi respuesta siempre ha sido la misma, seguiré alzando la voz por aquellas que no pueden, pero también por mis sobrinas para que vean que se puede decir “no” incluso a las personas que quieren, a las que no conocen, a las que tienen poder y a cualquier iluso con el que te topas en la calle.
Hoy me siento orgullosa de poder vivir en este momento histórico en el que parece que las mujeres hemos despertado, estoy esperando el marchar el 8 con mujeres a las que quiero y admiro, a parar el 9 y a empezar a reconstruir el 10. Estoy esperanzada de ver a mis sobrinas que ya levantan la voz, que defienden el movimiento y que saben que esto nada, ni nadie lo para.
Por primera vez en muchos años siento que no son pasos, sino más bien zancadas y esta vez no voy sola, voy acompañada de esas niñas que hoy son mujeres valientes dispuestas a ser parte del cambio. Y eso me llena de orgullo. Dichosos estos tiempos donde no somos una. Somos todas.