Aprendí el valor de la democracia a través del ejemplo de mis padres, pero sobre todo de mi padre. La política, la realidad del país y los problemas sociales eran una constante en las sobremesas. La preocupación por un México más justo era una de sus principales motivaciones y ocupaciones.

Siempre amante del saber y quehacer de la vida política, pero nunca quiso involucrarse en ella, mi abuelo había sido funcionario público y la visión de la corrupción, abuso de poder y un partido hegemónico alejaron a mi abuelo de su vocación del servicio a México a través del servicio público y con esto a mi padre.

Sin embargo, él entendía que, si bien existe más de una forma de servir a nuestro país, involucrarse en la vida política del mismo es vital para todo buen ciudadano. Así que en mi casa se desayunaba, comía y cenaba opiniones sobre la política del país, sustentadas en un profundo conocimiento y trabajo de los problemas sociales que se necesitaban resolver.

Recuerdo con emoción las pláticas previas a las elecciones, la lectura del periódico, las opiniones sobre cada uno de los “tapados” y por supuesto la desesperanza de que nada cambiaria independientemente del “dedazo” del presidente en turno.

Recuerdo con especial emoción las elecciones de 1988, tenía yo 8 años, recuerdo la esperanza y la pasión que se daba en estas conversaciones, por primera vez parecía que podía darse el cambio tan anhelado, ya no solo existía el PAN en la oposición con Manuel Clouthier, también existía el PRD con Cuauhtémoc Cárdenas. Recuerdo las risas en la familia por verme haciendo proselitismo a mi edad y queriendo opinar sobre el rumbo que iba a tomar el país.

Esta es la primera vez que recuerdo ir a votar, la emoción de acompañar a mis papás a decidir el rumbo de México, la importancia de hacer que nuestra voz se escuchara. Tampoco olvido la gran decepción, la caída del sistema, las pláticas lúgubres cargadas de tristeza y miedo. Las charlas de la posibilidad de tener que dejar el país si las cosas tomaban un rumbo más complicado, por suerte en mi casa no se daban, pero si las escuchaba en muchos otros lugares.

A partir de esta elección los recuerdos son más claros, el asesinato del candidato del partido en el poder, Luis Donaldo Colosio, otra vez el miedo, otra vez adultos hablando de irse del país.

Y así podría yo hablar de la vida política del país que a mí me ha tocado vivir, las elecciones son una época donde todas y todos aprendemos, opinamos, así como tenemos la claridad de que para que a México le vaya bien tiene que ganar el candidato o partido que nosotros pensamos. El día de la elección vemos a más personas de lo normal interesadas en la vida pública, al día siguiente vemos a algunos contentos, otros tristes o preocupados y una semana después, la vida regresa a la normalidad.

Y ese, es el gran problema de nuestro país. Pensamos que la democracia se construye en un periodo de algunos meses, depositando nuestro voto en las urnas y el resto del tiempo tan solo quejándonos de lo que no nos parece.

Y regreso un poco, de la mano de mis padres y su ejemplo, aprendí lo que es la democracia, por supuesto aprendí el valor y la obligación de ejercer mi voto, pero que este debe de estar acompañado de un estudio, así como una valoración de a quién y porque le doy mi voto.

Pero eso no es la democracia, no son momentos aislados en la vida, sino que se construye y ejerce en la vida misma, eso lo aprendí con el ejemplo que me dieron en casa. Las elecciones se pierden o se ganan, pero la democracia se construye todos los días.

Y eso es lo que nos falta aprender como ciudadanos: construir nuestra democracia. Nuestras abuelas, abuelos, madres y padres lucharon por lograr un país verdaderamente democrático, no perfecto, pero sí democrático, muchas personas dieron literalmente su vida para que hoy nosotros podamos elegir. Hace tan solo 21 años de la primera elección en la que se dio la alternancia en el poder. Todos estamos aprendiendo aún.

Pero esto no nos exime de nuestra responsabilidad, esos bebés que nacieron en la alternancia votaron por primera vez en esta elección y en estos 21 años no hemos logrado entender que debemos ser ciudadanos conscientes y responsables cada día, en todo momento.

Esta elección me deja un gran sabor de boca, se dio voto cruzado, de castigo. Los votantes demostramos que damos y quitamos los puestos. Ahora solo falta que los partidos y los políticos entiendan el mensaje, ya no les daremos cheques en blanco, no queremos que nadie detente el poder absoluto.

Ahora falta que nos hagamos responsables de nuestras acciones, ya los elegimos, ahora hay que vigilarlos, no porque creamos en ellos o los hayamos votado significa que pueden hacer lo que ellos quieren, están constreñidos a cumplir la Constitución y las leyes.

Pero nosotros también estamos obligados a cumplirlas, debemos empezar a respetar a las autoridades, a hacer nuestra labor ciudadana todos los días. En esta elección votamos muchos, pero la mitad del padrón no votó y eso dice mucho de nuestro compromiso. Nos toca defender todos los días las instituciones y organismos autónomos que tanto trabajo nos ha costado crear, nos toca defender la libertad, así como el derecho a disentir, nos toca defender la libertad de expresión y prensa. Si no lo hacemos cada uno de nosotros nadie más lo hará.

Pero también nos toca ser ejemplo para las niñas, niños y jóvenes que vienen atrás de nosotros, porque a México lo construimos todas y todos, y si bien las palabras importan, el ejemplo arrastra.

Para mí este 6 de junio fue un recordatorio de lo importante, cumplí con mi derecho y obligación de votar, pero por primera vez lo hice acompañada de mis hijos, ver la ilusión en sus caras es lo que me motiva para seguir luchando cada día por un México mejor, no solo para ellos, sino para todas y todos.

Sobre la autora:

Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública, con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

Acerca de Fundación Reintegra:

Es una fundación que trabaja a favor de la justicia social, equidad de oportunidad y derechos para los jóvenes en conflicto con la ley. Tiene como misión prevenir el delito y reintegrar a la sociedad a quienes experimentan conflictos penales, fortaleciendo sus capacidades y concretando un proyecto de vida, siendo un referente en la opinión pública nacional e internacional en la prevención del delito a través de la reinserción social.

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