En días pasados fuimos testigos de un vídeo desolador, por decir lo menos. Una investigación de El Universal, puso al descubierto una ejecución extrajudicial por parte del ejército.
Por desgracia este tipo de hechos no son aislados en nuestro país. Pasa en Nuevo Laredo, en el norte, en toda la República Mexicana, desafortunadamente tampoco será la última vez que suceda, esto debiera indignarnos e incluso alertarnos a todas y todos los mexicanos.
Desde hace más de una década las Fuerzas Armadas “patrullan” nuestro país en un esfuerzo fallido por generar seguridad y paz. El adiestramiento de este grupo está enfocado a la guerra, a librar batallas y defender la patria. Hasta hace pocos años eran de las pocas instituciones en las que las que confiábamos.
Nuestros soldados y marinos han demostrado en múltiples ocasiones su amor a México, a quienes más los necesitan. El Plan DN-III de auxilio a la población civil en caso de desastres es un gran ejemplo, todos los hemos visto arriesgando su vida en huracanes, inundaciones, derrumbes, temblores, diversos desastres naturales, también ahora durante la pandemia.
El papel de las Fuerzas Armadas no puede, ni debe ser el de llevar a cabo actividades de seguridad que debieran recaer en las fuerzas civiles. Entendamos que soldados y marinos no son policías, no tienen la formación para ello y el ponerlos en esa posición ha desgastado su figura a la par de la seguridad del país.
Muchas organizaciones de la sociedad civil, junto con los ciudadanos, hemos levantado la voz durante años durante años para pedir que las Fuerzas Armadas regresen a sus cuarteles y a las labores para las cuáles sí fueron entrenados. Este ha sido un grito sordo.
Una de las propuestas de campaña del actual presidente fue esa, que regresaran a los cuarteles; sin embargo, lo que hemos visto ha sido todo lo contrario, hoy tienen aún más actividades civiles, construyen aeropuertos, sucursales bancarias, patrullan las calles y se les siguen sumando actividades.
Pareciera que este gobierno les diera a los decretos facultades extraordinarias, simplemente por decir “ya no se violan los derechos humanos” por arte de magia así sucede; “se erradicó la tortura” y listo no existe más; “la gente no cometerá más delitos” y de pronto somos un país seguro. Por desgracia no funciona así y lo vemos todos los días.
Ante la creación de la Guardia Nacional, múltiples voces connacionales e internacionales pidieron que fuera una policía con mando civil, capacitada en un estricto apego a los derechos humanos, capacitados en investigación y tácticas de seguridad.
¿Cuál fue el resultado? Una simulación donde los miembros de esta Guardia pertenecen a las Fuerzas Armadas, los mandos igual. Sin mayor capacitación y con entrenamiento militar, únicamente cambiando uniformes y camionetas se desplegaron en todo el país.
Hoy nuestra esperanza se rompe al ver que la tortura, violación a derechos humanos y ejecuciones siguen siendo la constante. El gobierno sigue justificando estos hechos o incluso culpando a los tal vez inocentes.
La sociedad se ha acostumbrado tanto que, no sólo no indignan estos hechos, sino que también muchos los aplauden. Nos hemos deshumanizado a tal punto que el ver como matan a un joven no nos importa o tenemos una respuesta aterradora: “seguro andaba en malos pasos”.
Mientras las Fuerzas Armadas sigan “patrullando” nuestras calles, en tanto las policías se debiliten, y sigamos “acostumbrándonos” a estas acciones, NUNCA conseguiremos un México seguro y en paz. Nos toca exigirles a los gobiernos policías capacitadas que se apeguen a la ley, así como al cumplimiento de los derechos humanos. Solamente así podremos vivir en paz.