Me acuerdo cuando era niña y veía imágenes de niños “soldados” en El Salvador, víctimas de una guerra infame. Me preguntaba por qué los adultos no hacían nada. Me consolaba pensando que en mi país no pasaba y que cuando fuera adulto haría lo posible para evitarlo.

En días pasados la imagen de 19 infantes marchando con escopetas vestidos de policías comunitarios en la localidad de Alcozacán en Chilapa , debería haber conmocionado al país. Sin embargo, para muchos pasó desapercibida, como tantas otras imágenes de nuestro México que deberían tenernos indignados y actuando. No sé si perdimos la capacidad de sentir empatía, asombro o indignación. Si niñas y niños muertos o armados no nos hacen actuar, estamos perdidos como humanidad.

El viernes 17 de enero, nueve hombres y un adolescente de 15 años fueron torturados y asesinados, se adjudicó el delito a la organización criminal Los Ardillos, pero la historia no comienza ahí, sino más bien en el 2014 cuando los pobladores de la comunidad de Rincón de Chautla, 13 más de Chilapa y dos de José Joaquín Herrera, formaron la Policía Comunitaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias.

¿Cuál fue a razón de su origen? El hartazgo de tener miedo por el acoso que vivían por parte de las bandas delictivas y a la poca o nula intervención de las autoridades que, se supone, tiene como objetivo protegernos y no lo hacen. Un año después surgió casi en la misma zona otro grupo armado que se autodenominó Policía Comunitaria Por la Paz y la Justicia, ambas como mecanismo de defensa, hasta donde hemos llegado…

Durante todo este tiempo se entretejen conflictos entre Los Ardillos y Los Rojos que se han disputado el territorio de la cabecera municipal de Chilapa , la zona rural y otros municipios. Desgraciadamente, el crecimiento de estos grupos no cesa por el contexto tan impune que circunda a la localidad y al país en general, que además está protegida por la invisibilidad e indiferencia que todos como país hemos dado a la violencia.

Después de seis años a Los Ardillos les falta un territorio por controlar: las 16 comunidades que defienden los policías comunitarios y esta resistencia ha costado mucha sangre de asesinados, desapariciones y la migración fomentada por el terror. Las vidas de quienes siguen ahí se han visto terriblemente mermadas a tal punto que los niños no pueden ir a la escuela, están acorralados.

No, no puede ser posible que todo esto nos esté llevando a ver a menores de entre ocho y 14 años presentados con armas como parte de una práctica militar en plena carretera, se nos ha informado que el objetivo de hacerlo así era solicitar la presencia en la comunidad del presidente Andrés Manuel López Obrador para que intervenga y ayude a reducir la violencia en la región, ¿la respuesta del gobierno local y federal? A mi no me queda clara.

Los niños llevan desde mayo del 2019 preparándose para ser policías comunitarios, armarlos y entrenarlos es una respuesta reactiva, agresiva e inocua, pero que deriva del hecho de que las organizaciones criminales los asesinan si caen en sus manos, los prefieren vivos pero letales, la comunidad cree que es la manera en la que podrán frenar la violencia y los pequeños manifiestan que están dispuestos a hacerlo.

Las oportunidades para ellos son mínimas, las escuelas están lejos y además se encuentran en territorios de quienes acaban con ellos, su vida transcurre entre ataques criminales, la exigencia de una justicia que no se escucha y el dolor de las personas que a su alrededor desfallecen. No podemos permitir que esta sea la única realidad para las nuevas generaciones.

Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra.

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