He querido escribir de este tema desde hace muchas semanas y al mismo tiempo no quiero; y es que ponerlo en blanco y negro parece que lo hace más real siendo que de por sí en mi cabeza, es aterrador pensar el camino que está siguiendo nuestro país hacia la militarización.

El mes pasado, las Cámaras de Diputados y Senadores aprobaron una reforma Constitucional, que sin duda, no tendrá problema para ser aprobada por Congresos locales, consistente en que las Fuerzas Armadas (FFAA) seguirán “apoyando” las labores de seguridad hasta el 2028 y también aprobaron el paso de la Guardia Nacional a SEDENA. Ambas reformas resultan muy preocupantes por el poder que se le da a las FFAA.

Ya he escrito en otras ocasiones sobre la forma en la que se les están entregando actividades civiles a las Fuerzas Armadas y el riesgo que esto conlleva; pero hoy, tienen el presupuesto más grande de su historia. Están encargadas de labores de seguridad pública, construcción de aeropuertos, carreteras, trenes, control de aduanas y un larguísimo etcétera. Todo bajo el supuesto de ser instituciones incorruptibles, cosa que sabemos no es cierta porque se conoce de múltiples casos donde miembros de éstas lo han sido; además de que la corrupción por ejemplo en aduanas, no ha disminuido desde que ellas han estado a cargo.

Llama mucho la atención que no obstante que AMLO prometió en campaña, regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles; y que incluso ésta se convirtió en una de sus propuestas principales, ahora como presidente, no solo no la cumplió, sino que está haciendo lo contrario. Este cambio lo quiso explicar hace unas semanas, expresando que él se debió al hecho de haber conocido más profundamente la realidad del país; aun así, llaman la atención sus acciones porque pudo haber dejado a los militares únicamente en labores de seguridad pública; sin embargo, optó por darles mucho más poder del que ya tenían y en otras áreas de la vida pública. Podríamos decir que decidió darles todo el poder.

Ante ello, es inevitable cuestionarnos sobre qué fue lo que le hizo decidir otorgarles tanto poder. Para explicarlo, se han generado muchísimas hipótesis, y aunque pareciera que ya estamos llegando a “teorías conspiratorias”, lo preocupante es que éstas cobran cada vez más sentido.

¿Qué le debe el presidente al Ejército? ¿Cuál es la necesidad de darles tanto dinero y poder?

Estas preguntas se hacen más inquietantes cuando nos enteramos de que pareciera que algunos miembros del Ejército y varios órdenes de gobierno están coludidos con el crimen organizado; y lo peor, el Secretario de Defensa decide no comparecer ante el poder Legislativo; y, el Secretario de Gobernación lo justifica diciendo que la convocatoria no cumplía con las formas legales; y, pocos días después, declara que un militar si podría ser presidente de México, lo que rompe con la tradición de muchas décadas de política mexicana.

En efecto, desde que el General Lázaro Cárdenas fue presidente y se estipuló la división entre el Ejercito y el poder civil, se estableció, incluso en la Constitución, que para ser candidato a la Presidencia, un militar debiera haberse dado de baja por lo menos seis meses antes. ¿Cuál es la intención entonces, de estas declaraciones del secretario de Gobernación? ¿Buscan distraer o buscan medir que pasaría si decidieran optar por ese camino? Y aquí es donde digo que ya algunos estamos imaginando francas teorías conspiratorias que, espero de todo corazón que estén equivocadas.

Lo más preocupante empieza a parecer que no es el presidente quien le da poder a las Fuerzas Armadas, sino que son ellas quienes toman las decisiones y el presidente es únicamente quien da la cara, pues de facto vivimos con un gobierno militar, siendo esto gravísimo porque sin importar quién sea el ganador en el 2024 seguirían gobernando las fuerzas armadas, dar marcha atrás será imposible y más aún si el ganador es de MoReNa.

Ahora siendo grave como es tener un gobierno militar lo es aún más que ese gobierno o esos miembros de las FFAA tengan vínculos con el crimen organizado y que tengamos entonces un estado narco-militar. La teoría conspiratoria es gravísima, peligrosísima y da terror; sin embargo los hechos nos acercan a estas ideas que pudieran haber parecido en otros tiempos, de ciencia ficción.

Necesitamos que el gobierno tome posiciones claras que nos demuestren que el poder civil sigue siendo el principal poder; que las Fuerzas Armadas rinden cuentas a este poder civil, al presidente, pero también a la Cámara de Senadores y Diputados. Que el Estado recupera las múltiples tareas civiles que ha cedido al ejército. Si esto no empieza a suceder, estas teorías conspiratorias no estarán muy lejos de hacerse realidad.

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