Las niñas, niños y adolescentes son los ciudadanos del futuro, considerados agentes de cambio para la próxima generación de profesionales. Recordemos que son ellos quienes más padecerán las crisis del mundo; sin embargo, en la medida que sepamos que de ellas emergen oportunidades para repensarnos como sociedad, cultivar la empatía y aumentar nuestra resiliencia, construiremos comunidades más seguras y solidarias para su sano crecimiento.

El Covid-19 es un virus nuevo, del cual todavía estamos aprendiendo, sabemos hasta ahora que afecta a personas de todas las edades y que, las niñas, niños y adolescentes han sido los menos afectados en cuanto a temas de salud física se refiere, pero el impacto de esta pandemia va más allá, afecta nuestros modelos económicos, escolares y laborales, modificando nuestro estilo de vida.

Como medida precautoria del contagio masivo en las escuelas, se “adelantaron” las vacaciones de semana santa para niveles básicos de educación, mientras que en bachilleratos y universidades decidieron aliarse a la tecnología para continuar con su cronograma de actividades mediante videoconferencias, además de que se promete un regreso escalonado a las actividades; estamos hablando de que este periodo va a ser durante mínimo, dos meses.

En un contexto como este es cuando más se percibe la sociedad tan desigual que hemos creado: ¿Cuántos niños pueden realmente tomar una clase en línea?, ¿Cuántos de ellos no estarán sometidos en un entorno de violencia intrafamiliar?, ¿Cuántos de ellos podrían perder el ciclo escolar?, ¿Cuántos ni siquiera estaban en la escuela antes del confinamiento?

México es el país de la OCDE que proporciona la mayor parte de su gasto público a educación (22%); sin embargo, no se ha visto reflejado en mejores resultados, ni en la capacidad de crear capital humano competitivo, ni como el medio que fomente la eliminación de la desigualdad estructural que, en la mayoría de los casos, deriva en la falta de oportunidades y esto a su vez en el deterioro de la paz en nuestro país, más aún en un contexto de pandemia.

Administraciones pasadas han hecho mucha comunicación en torno a la reforma y el sistema educativo y, de hecho, se ha convertido en parte de sus líneas discursivas. Pese a esto, durante casi un siglo todas las acciones del gobierno mexicano se han visto dirigidas a mejorar “la escuela” y esto no ha funcionado porque además de ser reactivo, la intervención debe ser mucho más profunda pues es un tema estructural, es decir, en él intervienen muchos factores que van más allá del acceso a internet en los planteles.

¿Hacia dónde nos tenemos que redirigir? Hoy al cuidado de nuestras niñas y niños, quienes pueden estar experimentado ansiedad y estrés por estar en casa sin entender la magnitud del asunto, mirando a sus papás preocupados, sin entender que los agobia la posible pérdida de trabajo y la economía en picada; mañana a replantear las políticas educativas, que garanticen el acceso de este derecho para todas y todos.

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