A estas alturas del escenario político mexicano queda claro que —rumbo al 2 de junio del 2024— solo hay una de “dos sopas” para decidir el futuro del país por mucho tiempo:

El proyecto personalizado en Xóchitl Gálvez para salvar a México, rescatar y fortalecer los principios fundamentales de la República democrática que nos permitan vivir en libertad, armonía, con unidad nacional, y avanzar por la ruta del crecimiento económico con clases medias fuertes y políticas públicas que redistribuyan el ingreso y reduzcan la desigualdad social; o el continuismo destructor, de odio enfermizo, empobrecedor y polarizador que está desmontando los pilares fundamentales de la República, la democracia y las libertades, a cargo de Claudia Sheinbaum.

Después de la farsa que significó la efímera precandidatura de Samuel García y su pretendida “nueva política” naranja, el escenario político se ha simplificado. Si antes de esta tragicomedia de MC no había lugar para una pretendida “tercera vía”, hoy mucho menos lo hay.

Este partido que estaba jugando en el tablero obradorista para dividir a la oposición ya no podrá engañar a los jóvenes y a sectores de las clases medias de nuestro país.

Ya las dos candidatas presentaron a sus respectivos equipos de campaña: del lado oficial están quienes quieren seguir engañando con una falsa “cuarta transformación”; mientras que del lado opositor tenemos a los equipos que plantean una reorientación del rumbo nacional, integrado por mujeres y hombres de gran experiencia y por reconocidos especialistas en las más amplias ramas, quienes conducirán Mesas Temáticas para incorporar a las más diversas propuestas que lleguen para armonizar un sólido Plan de Gobierno, surgido del diálogo constructivo con todos los sectores de la sociedad.

Xóchitl ha dicho muy bien que debe quedar atrás la pretensión de que “un solo individuo resolverá los grandes problemas del país, como quiso hacer creer López Obrador", quien actúa como jefe de campaña de su “corcholata”. Lo que ahora México necesita es democratizar y ciudadanizar el poder público mediante un Gobierno de Coalición aprobado por las Cámaras del Poder Legislativo, el cual estará evaluando los compromisos establecidos en el programa de gobierno.

Particularmente, el equipo de Plan de Gobierno coordinado por Enrique de la Madrid —estudioso y prestigiado académico— con una convicción socialdemócrata y conformado por personas con amplios conocimientos en finanzas y economía (Carlos Urzúa), de mujeres (Angélica de la Peña), del desarrollo agropecuario (Silvano Aureoles), de la cultura (Consuelo Sáizar), de relaciones internacionales (Ildefonso Guajardo), entre muchos más.

México requiere ser un país de clases medias fuertes, forjadas en el amor al trabajo productivo, con oportunidades de crecimiento y desarrollo, no uno como el que está en vías de implantación debido a la fallida transformación en el que las políticas sociales son “moneda de cambio” por votos para el partido oficial, lo que genera más pobreza que acaba terminando con las reservas financieras del Estado. Así lo ha planteado Xóchitl Gálvez.

Más recursos para una educación pública de calidad para igualar oportunidades, así como contar con un sistema de salud con trabajadores bien pagados y que acabe con el desabasto de medicamentos y de equipo en las clínicas y hospitales del sector público.

Así, de la misma manera para todos los demás sectores, con un gobierno que respete la ley, combata y castigue la corrupción profundizada por el obradorismo, que atienda las necesidades del país en su conjunto mediante políticas públicas bien diseñadas y recursos bien aplicados, no para satisfacer caprichos personales, es posible salir adelante.

La seguridad debe retornar, dejar atrás la estúpida estrategia de “abrazos y no balazos” que tanta sangre y tragedia han costado a las familias de nuestra querida patria.

Igualmente deben restablecerse el equilibrio de poderes, el respeto a la libertad de expresión y la protección a los comunicadores.

No hay, pues, más que una de dos: o el rescate y reorientación republicana y democrática de México con Xóchitl Gálvez, o el continuismo destructor, dictatorial y empobrecedor con la Sheinbaum.

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