No ha habido festejos públicos después del 2 de junio, ¿por qué? Porque saben que ganaron a la mala.

Después del resultado electoral del pasado 2 de junio, una buena cantidad de columnistas y analistas políticos minimizan el significado y las consecuencias de una “Elección de Estado”, y responsabilizan a la oposición de no haberla podido enfrentar exitosamente. Reclaman, además, el “no hacer autocrítica” para asumir la responsabilidad.

En lo particular, soy de los que nunca rehúsa a la autocrítica; pero querer colocar a todos los participantes como contendientes iguales en una cancha del juego terriblemente dispareja, me parece una falta de rigor intelectual.

“¡No hubo fraude!”, dicen algunos opinócratas, porque la ventaja a favor de Sheinbaum es enorme; y sectores de todas las clases sociales votaron por ella. Pero se les “olvida” todo lo que vieron y criticaron durante el tiempo previo a la elección: la grosera, alevosa, inconstitucional e ilegal intervención de López Obrador (como coordinador de campaña de su “corcholata” desde el 2021).

Todos los días operando personalmente —a través de los 23 mil (o más) mal llamados “Servidores de la Nación”— para, casa por casa, decir a los beneficiarios de los programas sociales que, si no votaban por los candidatos de Morena, esas ayudas desaparecerían, y cómo vaciaron las arcas públicas para comprar votos, al precio que fuera, el 2 de junio.

Si a esta, la elección más inequitativa que hayamos tenido en los últimos tiempos, le agregamos que ha sido el proceso más violento sin que el gobierno federal haya hecho nada para evitarlo, entonces el escenario es más complicado para la oposición: Más de 40 candidatos asesinados, unas mil 900 casillas “zapato” a favor de Morena (todos los votos para ellos y 0 para la oposición) en zonas controladas por el narco. Está claro a quién benefició la violencia.

Vale la pena recordar que, las 50 resoluciones del INE y el Tribunal Electoral que conminaron al Presidente para que dejara de entrometerse en el proceso electoral, fueron quejas del PRD y la oposición. AMLO simplemente las desacató y ni el INE, ni el TEPJF, tuvieron la valentía de suspender las “mañaneras”.

El escenario aquí expuesto a grandes rasgos fue lo que —fundamentalmente— provocó el preocupante resultado electoral, agregándose ahora, la pretensión de otorgarse una “sobrerrepresentación” inconstitucional y tener una “mayoría calificada” para modificar la Constitución a fin de desaparecer al INE, TEPJF, INAI y someter al Poder Judicial, lo cual significaría suplantar el actual régimen político-democrático , por uno de esencia dictatorial, sin equilibrios de poderes, ni controles, ni contrapesos institucionales.

Nada de lo anterior pretende negar que hubo fallas en la Coalición opositora y en el equipo de campaña de Xóchitl Gálvez.

Debe Reconocerse, entre otros errores, que no hubo una “estrategia única” compartida por todos sus componentes, ni la unificación de campañas publicitarias que vincularan la imagen presidencial con las otras candidaturas (salvo honrosas excepciones), y ello se expresó en que —solo en Aguascalientes— Xóchitl ganara a Claudia, mas no en los demás estados gobernados por la oposición.

El PRD (que aún batalla por un registro legal), al ser el partido estructuralmente más frágil de la Coalición, es al que peor le fue. Ahora, más que nunca, está obligado a reinventarse para, de la mano con liderazgos de la sociedad civil, construir un nuevo partido de corte social-demócrata con nuevos planteamientos programáticos y liderazgos renovados, porque la lucha por la República democrática debe continuar para impedir la implantación de un gobierno autocrático.

México no debe permitir que individuos autoritarios impongan su voluntad.

Diría Rob Riemen: Esas ideas deben ser “derrotadas por un ideal civilizatorio en el que la verdad y la justicia, sean valores morales universales y fuerzas liberadoras… Seguimos necesitando los gritos de las almas de personas que no tengan miedo, que demuestren coraje y compasión, y que rompan el silencio” (El Arte de Ser Humanos).

¡No nos asumimos como “derrotados”! ¡Seguimos en la lucha y vamos por un país de libertades! ¡Viva México!

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