Hoy 2 de noviembre es Día de Muertos en México, país donde veneramos a nuestros difuntos.
Nos encontramos doblemente de luto ante la tragedia de lo sucedido en Acapulco, Coyuca de Benítez y varios municipios de la costa de Guerrero.
Se habla de más de 50 personas muertas y decenas de desaparecidas tras el paso del huracán Otis; cifras que cada día crecen, aunque son preliminares porque los gobiernos de Morena han sido incapaces de coordinar acciones para tener un censo.
No quieren esos “otros datos” que reflejan que no han estado a la altura de las necesidades de la sociedad para prevenir y enfrentar, en mejores condiciones, el desastre natural.
El gobierno de López Obrador supo con muchas horas de anticipación del potencial peligroso y desastroso del huracán Otis; pero lo desestimó y prefirió seguir en su estrategia electoral rumbo al 2024 atacando al Poder Judicial y a sus trabajadores.
Nunca se coordinó con Evelyn Salgado, gobernadora ausente; ni con la Presidenta Municipal de Acapulco (ambas de Morena), para alertar a la gente, ayudar con acciones extraordinarias para evacuar a los turistas y población en general, con puentes aéreos y transportes terrestres, así como reubicar en lugares seguros a familias en situación de riesgo.
Ahora, Acapulco y esa región de la costa están devastadas. La infraestructura destrozada. Sin energía eléctrica ni agua potable, sin alimentos suficientes… sin lo vital y con pillaje. O sea ¡sin gobierno, porque está pasmado, encerrado en su esfera de cristal y haciendo campaña en lugar de atender a una población enardecida que reclama atención!
Urgen a los gobiernos Federal y estatal para declarar emergencia, ayudar a Guerrero y llamar a unificar esfuerzos de toda la sociedad, no dividirla.
Hoy precisan de electricidad, agua potable, alimentos, vestidos y todo lo necesario para la reconstrucción de miles de viviendas.
Y después, sigue la recuperación de toda la infraestructura devastada, la pública y de hoteles y servicios generadores de empleos para decenas de miles de mujeres y hombres. Mientras tanto, ¿de qué van a vivir? Por eso fue tan irresponsable la desaparición del FONDEN.
A López Obrador no le importa la tragedia de Acapulco ni de Guerrero. AMLO se comporta como un zombie, como un muerto viviente que goza de hacer maldades a quienes no son de su partido, un individuo a quien ya se le acabó el sexenio.
Son, desgraciadamente, muchos nuevos fallecidos, los del Otis, en este Día de Muertos, que se suman a la larga lista acumulada de este sexenio trágico.
Miles de familias enlutadas por la irresponsable estrategia de salud: 334 mil 901 fallecidos por Covid, más miles más por falta de atención médica y por otras enfermedades.
Muertos por la violencia criminal: 156 mil 204, más 14 mil 985 feminicidios, además de 40 mil personas desaparecidas, probablemente muertas.
El saldo es trágico. El país está de luto, pero después de llorar debemos actuar para que esta tragedia no se prolongue.
El saldo que dejará este gobierno será trágico. López Obrador renunció a ser un estadista y prefirió ser —todo el tiempo— un jefe de facción que, muy lejano del humanismo que dice abanderar, puso por delante su ambición por un poder omnímodo, lo que implicó una criminal renuncia del Estado Mexicano a proteger a los ciudadanos ante el crimen, la violencia, la pandemia y los desastres naturales.
Ojalá AMLO decida incorporar al Presupuesto de Egresos (cuyo contenido se aprobará por Morena y sus aliados en unos cuantos días), unos 100 mil millones de pesos para atender la emergencia guerrerense y la urgente e impostergable reconstrucción, tal como ha planteado ya la Coalición Legislativa del Frente Amplio y la senadora Xóchitl Gálvez.
Todos acompañaríamos y celebraríamos esa decisión por el bien de las familias de la costa de Guerrero.