¿Derecha o izquierda?” Eso no dice nada preciso ni claro a la gente. ¿Qué es una u otra cosa? Para la sociedad en su conjunto y para quienes salen a trabajar muy temprano todos los días y regresan tarde a sus casas, lo importante es tener lo básico para vivir con su familia, salir y regresar al hogar con total despreocupación, viajar en transportes eficientes y de costo accesible, que sus hijos se alimenten adecuadamente y asistan la escuela de manera segura, que los atiendan en los centros de salud cuando así lo requieran, y los productos básicos estén al alcance de sus ingresos.

Y la prioridad de empresarios y sectores amplios de la clase media que dependen de su capacidad profesional, es vivir con certidumbre y reglas claras que faciliten la competencia y desarrollo de sus negocios para generar crecimiento y más empleos dignos.

La mayoría de la sociedad mexicana está alejada de las disputas sobre si el gobierno de AMLO es “de izquierda”, “populista” o “post-neoliberal”. Lo que importa es que se resuelvan los problemas del día a día; aunque en el fondo esto tiene que ver con lo que los políticos y analistas (politólogos y académicos) terminamos etiquetando como “izquierda” o “derecha”.

El actual gobierno de Morena arribó al poder con ropaje de izquierda, después de que, en el 2012, su líder rompió con el PRD porque ya no podía tomar decisiones unilateralmente en este partido.

AMLO quebró al PRD por la columna vertebral en 2012 y desde entonces ha querido aniquilarlo para que la única referencia de “proyecto de izquierda nacional” sea Morena.

El llamado proyecto de la “4T” prometió muchas cosas, pero ha cumplido parcialmente sólo algunas. La mayoría no las ha logrado en lo esencial, como acreditan las encuestas que hablan de que este gobierno está reprobado en seguridad, salud, educación, combate a la corrupción, ingresos y economía familiar.

Tiene, sin embargo, una aprobación general que oscila en alrededor de los 60 puntos porcentuales, pese a haber polarizado peligrosamente a la sociedad, avivando la violencia contra sus adversarios políticos, a quienes califica de “conservadores” y como los que “quieren regresar al régimen de privilegios y corrupción”, narrativa que coloca en grave riesgo la disputa política por la Presidencia de la República para el 2024.

En medio de todo este ruido que puede enturbiar la racionalidad, hay que dejar claro que ni todo lo que hace el actual gobierno está mal; pero tampoco del todo bien; al igual que no podemos sostener que todo lo anterior estaba bien o era inaceptable, ya que había muchos programas que sí funcionaban en beneficio de la sociedad y los sectores más desprotegidos. El país marchaba sin grandes sobresaltos.

Un ejercicio racional nos llevaría a decir que debemos mejorar muchas cosas y reconocer que, libertades esenciales para la convivencia democrática —como las de expresión y publicación— están peligrosamente en riesgo, igual que el acceso a la salud y la educación de calidad, la seguridad física en amplísimas zonas del país, el voto libre por la injerencia del crimen organizado, entre otros derechos que ya habíamos conquistado.

La oposición política al régimen actual ha reaccionado agrupándose en torno a un proyecto para elegir al liderazgo que encabece la disputa por una nueva opción de gobierno, y dejar claro que no se trata de “regresar al pasado” como arguye la propaganda oficial, y que es falso que se pretenda desaparecer programas sociales. Al contrario, se mantendrán y recuperarán fortalecidos, algunos como los de apoyo a adultos mayores, mujeres, productores y grupos sociales desprotegidos; pero jamás se utilizarán para manipular y “comprar” votos como hacen ahora con "los vividores de la nación".

Igualmente, deberán reinstalarse las estancias infantiles, el Seguro Popular, las Escuelas de Tiempo Completo, los apoyos a los productores agropecuarios, así como los correspondientes a ciencia y tecnología, deporte, cultura y estímulos a la pequeña y mediana empresas, así como al desarrollo sustentable, entre otros.

No es, entonces, el regreso al pasado de corrupción, como tampoco el ignominioso momento actual. Se necesita un giro real que nos relance como nación productiva, en paz, sin violencia, ni división, y con estabilidad en todos los aspectos. ¡Va por México!

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