Estos días de asueto envueltos en un manto de religiosidad cristiana, debieran servirnos para reflexionar sobre nuestras vidas, nuestras familias y el destino del país.

Es natural que nos preguntemos sobre si la degradación que padece la sociedad en su conjunto, es algo que nos merecemos o se puede detener y revertir; en particular, la violencia e inseguridad que azotan regiones enteras del territorio nacional, controladas por las bandas criminales en muchos de nuestros importantísimos destinos turísticos.

Un país tan maravilloso como México, parece sumido en una pesadilla, en el horror de los pobladores desplazados de sus comunidades quienes, ante el temor de perder la vida o pagar “derecho de piso”, deciden abandonar sus propiedades, como sucede en zonas de Michoacán, Guerrero, Estado de México, Colima, Jalisco, Sinaloa, Zacatecas y Tamaulipas, entre otras.

Muchas de estas personas intentan cruzar la frontera norte en busca de una mejor vida para sus familias, y —en ese intento— se encuentran con centenares de miles de centro y sudamericanos que tienen el mismo objetivo, aunque encuentren la muerte como vimos recientemente en Ciudad Juárez, Chihuahua, debido a la irresponsabilidad criminal de las autoridades migratorias mexicanas.

De la mano de este fenómeno ha crecido el de las adicciones, cuya medición estadística ha abandonado el gobierno federal.

La reacción gubernamental ante esta degradación que nos desgarra como país, es negar la realidad y acusar a quienes señalan el problema de desacreditar a la actual administración y obstruir la supuesta transformación.

Entonces, nada es responsabilidad de ellos, sino herencia de un pasado abominable, y la solución es cerrar los ojos, encerrarse en una esfera de cristal en la cual sólo existe el mundo maravilloso que ellos han creado en su imaginación. Esa, su verdad, es "LA VERDAD" que quieren que creamos.

Adicionalmente, los falsos redentores amenazan con hacer todo lo que esté a su alcance para prolongar esta pesadilla. No importa si hay que evitar elecciones libres y democráticas, si hay que matar al INE, si debe censurarse a los medios de comunicación que dan a conocer esta tragedia nacional, si hay que comprar votos mediante programas sociales. Nada de eso importa.

Aquí, el humanismo y las menciones cristianas del “amor al prójimo” son solo parte de un discurso oficial, tan necesario estos días de Semana Santa.

Mantenerse en el gobierno, con cualquiera de sus “corcholatas”, justifica los medios, sean los que sean. Esa es la filosofía real, descarnada de este gobierno que vive de las mentiras difundidas en todas las mañaneras.

No se puede negar que, afortunadamente, por las inercias de las actividades económicas globales, ha habido una reactivación en algunas áreas productivas, así como un leve crecimiento del empleo, que alimentan la esperanza de que la situación “empieza a mejorar”.

Eso le da un respiro y aliento al discurso gubernamental para golpear a los opositores.

Es entendible que la gente que votó contra partidos que —en el pasado— no resolvieron los problemas de corrupción y falta de oportunidades para las familias, no quieran volver a los mismos; y que amplios segmentos de la población prefieran apostar a que, con el actual partido en el gobierno, su situación se pueda resolver.

Pero la realidad es otra. La pesadilla está ahí, en la vida diaria. El dinosaurio está allí en Palacio Nacional, más fuerte, furioso, irracional y peligroso que nunca. Por eso, ahora que han empezado las campañas electorales para renovar los gobiernos de Coahuila y el EdoMex, es obligado reflexionar sobre la gran oportunidad que tienen quienes no quieren la continuación de esa degradación nacional con gobiernos de Morena, para que den un voto de censura y, con ello, voten por la democracia, las libertades y contra la pretensión de establecer una dictadura en nuestro país; que los decepcionados de "la 4T" regresen a la realidad.

La pesadilla debe terminar.

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