El domingo pasado el bloque opositor en Cámara de Diputados marcó un antes y un después en la historia política de México: por primera vez en la historia moderna del país, el Poder Legislativo rechazó una reforma constitucional propuesta por el titular del Poder Ejecutivo.
De esta forma la oposición termina con la idea del país de un solo hombre y con el mito de la invencibilidad de López Obrador. Además, se consolida como un verdadero contrapeso y refrenda su compromiso con la ciudadanía de blindar la Constitución de cualquier retroceso antidemocrático.
Las y los diputados de oposición frenaron una reforma constitucional que hubiera provocado afectaciones irreversibles a todas las familias mexicanas: la propuesta presidencial vulneraba el derecho a la salud y a un medio ambiente sano; ahuyentaba la inversión y la generación de empleos; incrementaba las tarifas de la luz y la ineficiencia eléctrica; alimentaba la corrupción porque eliminaba a los órganos reguladores y otorgaba un poder sin límites al corrupto de Manuel Bartlett.
Es decir, no se rechazó por rechazarla; la propuesta presidencial se refutó por retrógrada y nociva. Además, porque Morena y sus aliados nunca tuvieron la apertura democrática para considerar las propuestas de la oposición. Es más, ni siquiera tomaron en cuenta las ideas vertidas en el Parlamento Abierto por especialistas en la materia. La consigna presidencial era aprobarla “sin moverle ni una coma”.
Con la llamada “Ley Bartlett”, la apuesta de López Obrador era dividir a la oposición. Desde Palacio Nacional se orquestó y mantuvo por más de seis meses, una campaña para amedrentar a las y los diputados de oposición.
Asimismo, Morena y sus aliados en Cámara de Diputados, recurrieron constantemente a sus ya muy conocidas artimañas legislativas, amagando con albazos legislativos y echando para atrás los acuerdos de la Jucopo.
Incluso al final, siguieron dando “patadas de ahogado” amenazando con cerrar los accesos de la Cámara de Diputados y aplazando la discusión para días inhábiles.
A López Obrador le falló el cálculo, no logró la división que tanto ansiaba.
En alianza, unidad y con una asistencia del cien por ciento, la oposición propició la peor derrota legislativa que ha sufrido el actual presidente de la República. Morena y sus aliados se quedaron muy por debajo de lograr la mayoría calificada para aprobar la reforma constitucional, les faltaron 57 votos.
Una de las lecciones que pueden derivarse de esta contundente victoria de la oposición es que, si López Obrador y Morena persisten en ignorar las propuestas de la oposición, las reformas constitucionales anunciadas con antelación por el titular del Ejecutivo en materia electoral y seguridad correrán con la misma suerte que la reforma eléctrica.
Pero la lección más importante debe ser para la oposición misma: la unidad es el camino correcto para detener el deterioro democrático, para poner fin al autoritarismo y vencer a Morena en 2024.
Espero que los liderazgos de las diversas fuerzas políticas de oposición así lo hayan entendido y que en futuras decisiones tengan el espíritu democrático para anteponer a los intereses partidistas, el futuro de México.