“Viernes negro” es como llaman algunos analistas, a lo ocurrido en la última sesión del Periodo Ordinario del Senado de la República, donde un puñado de senadores afines a la mal llamada “4T” decidieron sesionar en una sede alterna, a medianoche y hasta la madrugada, para cumplir las órdenes que, minutos antes, recibieron del reyezuelo de Palacio Nacional.

Pero llamemos a las cosas por su nombre. Lo que sucedió el viernes pasado, fue la consumación de un golpe de Estado que, desde hace tiempo, se ha venido cocinando y sobre el que hemos venido alertando.

La definición propuesta por el diccionario Larousse para la palabra “golpe de Estado”, es “la violación deliberada de las formas constitucionales por un gobierno, una asamblea o un grupo de personas que detentan autoridad.”

Y en efecto, el viernes pasado, los senadores de Morena y sus aliados, violentando deliberadamente la Constitución, sometieron al Poder Legislativo a una orden presidencial, dejando a un lado su carácter de “colegisladora” de un Poder del Estado Mexicano.

Así, aprobaron una veintena de reformas a la Constitución y leyes secundarias, violando el procedimiento legislativo, sin el quórum legal, de madrugada, fuera de su sede, a ciegas, sin diálogo ni consensos con la oposición; sin ni haber leído los proyectos de decreto que estaban aprobando, ni contar con opiniones técnicas, y menos, pasar por comisiones de estudio, omitiendo las consecuencias de ello.

El dictadorzuelo les había dado la orden de consumar un Golpe de Estado (técnico) para seguir desmantelando las instituciones de la República. Y sumisamente, ejecutaron un brutal golpe a la división y equilibrio de poderes, pisotearon el Estado de derecho y el orden democrático con tal de obedecer.

Hay que decirlo claramente: Los pasos de dictadura “muy a la mexicana”, se oyen fuertemente, y se dejan sentir en las instituciones.

¡No son exageraciones ni copias discursivas! ¡Lo he venido advirtiendo desde hace dos años, y aquí están ya sus ominosos y peligrosos signos!

Afortunadamente, hay contraparte. Hay fortaleza de las instituciones republicanas y acciones de la sociedad civil.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (bajo la conducción de la ministra presidenta Norma Piña), ha recuperado su autonomía y se ha convertido en un verdadero contrapeso frente a las intenciones dictatoriales de López Obrador.

Al inicio de la semana, se dio a conocer que hay un proyecto del ministro Alberto Pérez Dayán para declarar inválido en su totalidad, el llamado “Plan B” electoral.

Esta es una gran noticia para la democracia; adicionada al hecho de que, hace unos cuantos días, la Corte declaró la inconstitucionalidad de la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Frenó el nefasto militarismo. Tenemos confianza en que se anule la mencionada reforma electoral, tanto la primera como la segunda parte del regresivo “Plan B”.

Como parte de las fortalezas que hay en México, hemos visto las movilizaciones de su sociedad civil en defensa de la democracia y la República como un fenómeno nuevo que, al mismo tiempo, exige a los partidos de la oposición, lograr la unidad y la alianza más amplia posible.

Esta unidad no solo debe ser como partidos, sino también con la sociedad para vencer a Morena este 2023 y el 2024, diseñando —de manera conjunta— un método democrático, participativo, y que no sea una decisión unilateral de las direcciones partidistas. Abrigo la confianza en que ello se haga realidad.

Dicho de otra manera: No caer en el desánimo; no es verdad que todo está perdido. Hay grandes diques institucionales y sociales que son, al mismo tiempo, poderosos pilares que sostienen a nuestra democracia, y debemos apuntalarlos, reforzarlos.

En ello nos jugamos el país. Por eso es tan importante que se derrote al autoritarismo representado en Morena el próximo 4 de junio en Edomex y Coahuila.

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