“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” según cita atribuida a Albert Einstein, y que viene al caso porque, en México, llevamos tres sexenios consecutivos con tres partidos diferentes haciendo lo mismo para enfrentar la grave crisis de inseguridad y violencia: La militarización de la seguridad pública.

A pesar de que la promesa de regresar a los militares a sus cuarteles, acompañó a López Obrador durante sus campañas electorales de 2012 y 2018; lo cierto es que desde que tomó la titularidad del Poder Ejecutivo, se ha dedicado a reforzar el proceso de militarización que inició Felipe Calderón y que continuó Enrique Peña, solo que ahora, en prácticamente todos los ámbitos de la actividad, dando un salto hacia el militarismo.

Hace apenas unos días, luego de años de maromas, López Obrador finalmente reconoció que está impulsando la militarización que tanto criticó de los gobiernos anteriores: “Cambié de opinión ya viendo el problema que me heredaron”, dijo desde su púlpito mañanero. Así, sin autocritica de por medio, aceptó que traicionó a su electorado y a su supuesta vocación de izquierda, aunque sigue culpando a los gobiernos del pasado "por el problema que le heredaron".

La realidad es que este gobierno ha fallado en su estrategia para combatir a la delincuencia. Ahora, con una Guardia Nacional (GN) de 115 mil elementos (80 por ciento de ellos de origen militar), que nunca ha sido una institución civil ni tampoco está consolidada. Hay más violencia, inseguridad, crímenes y feminicidios.

Pero —incapaz de reconocer su fracaso— López Obrador aprovecha la crisis potenciada por él mismo para profundizar sus ansias dictatoriales de corte militar planteando que la solución al grave problema de inseguridad es la militarización plena de la seguridad pública, aún por encima y flagrantemente en contra de la Constitución.

La pretensión de prorrogar la presencia de las fuerzas armadas en funciones de policías hasta marzo del 2028 no debemos verla al margen de las convicciones autocráticas de AMLO, quien aspira a prorrogar su mandato más allá del 2024, término de su actual período constitucional.

Por eso fue correcta la decisión del Bloque Opositor de Contención en el Senado de frenar esa reforma antidemocrática, aun en contra de las brutales presiones de las que fueron objeto desde la cúpula del poder, y a sabiendas de que el discurso presidencial, los satanizaría diciendo que traicionaron a la gente, que la dejaron desprotegida porque la oposición pidió que los militares se fueran ya a los cuarteles.

Ese es el falso discurso de esta falsa izquierda gubernamental. Recordemos que el plazo vigente, establecido en nuestra Carta Magna (para que los militares sigan actuando en las calles en funciones de policías) vence en marzo del 2024; es decir, dentro de 18 meses, lapso en el cual se puede formular un verdadero sistema de seguridad pública de carácter civil, de la mano de especialistas y de la sociedad, y destinar recursos -desde ya- a las policías estatales y municipales para capacitarlas, equiparlas debidamente y certificarlas.

Asimismo, para aprovechar la experiencia acumulada por los 20 mil policías de la extinta Policía Federal, que siguen laborando en la Guardia Nacional, y a los que se pretende despedir en diciembre de este 2022, con el costo presupuestal que sea, echando a la basura décadas de formación, y con las consecuencias sociales que ello puede tener (¿A dónde van a ir esos policías? ¿A qué se van a dedicar para vivir? ¿Qué van a hacer?).

Al redactar esta colaboración, parto de que, afortunadamente, se ha frenado por ahora la ruta hacia el militarismo, con la tentativa de instaurar una dictadura de facto, muy "a la mexicana".

Todo ello, en medio de una crisis en el seno de la opositora Coalición Va por México, provocada por una traición de la Dirección Nacional del PRI a los acuerdos firmados públicamente con el PAN y el PRD, lo cual seguramente llevará a un reacomodo interno en el tricolor y a un rediseño de las políticas aliancistas de los otros partidos de la oposición, con el propósito de que puedan ir juntos en el 2023 y, sobre todo, en el 2024 para acrecentar las probabilidades de derrotar a Morena-AMLO.

Si la obsesión militarista de la presidencia se afianza, el costo será una larga y oscura noche de agonía para nuestra democracia y para la convivencia civilizada.

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Presidente Nacional del PRD

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