Con aires de suficiencia intelectual de carácter universal, “ante el derrumbe del modelo neoliberal en el mundo”, López Obrador dio a conocer “la nueva política económica en los tiempos del coronavirus”, mediante lo que denominó “un ensayo”, anunciando la construcción de “un nuevo modelo de país”.
Este documento actualiza la visión de AMLO, clarifica el por qué de sus decisiones y revela el “marco teórico” de su actuación y su concepción sobre democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar. Ahí se encuentra la matriz que explica, entre otras cosas, la cancelación de los proyectos de energías no renovables, así como su proceder autoritario.
No sabemos aún si estamos ante la muerte del neoliberalismo o su redimensionamiento, aunque ya nada será igual.
Lo que está claro es que ni el FMI ni los empresarios mexicanos, ni nadie, están proponiendo “las recetas de siempre” para enfrentar la crisis y la ya anunciada recesión económica. Tampoco las medidas para salvar empleos, ni los esquemas para proteger salarios e ingresos de trabajadores, ni la propuesta de recurrir al endeudamiento gubernamental y al déficit fiscal, son “las (condenables) recetas de siempre”.
El documento es una pieza maestra de doctrina populista, impregnado de demagogia y un monumento al desprecio por las instituciones y las libertades individuales.
Además, siendo fiel al estilo del Presidente, el texto en cuestión está cargado de “cifras alegres”, falacias, afirmaciones tramposas ajenas a la realidad y diagnósticos erróneos.
En el apartado sobre “democracia” donde habla de respetar la “estricta imparcialidad” electoral y “la separación de poderes, el pacto federal, el municipio libre y las diferencias políticas e ideológicas”, refrenda su convicción de lo contrario cuando dice: “Pero más allá de la observancia del Estado de Derecho y de las disposiciones constitucionales sobre las instituciones del poder público... (está) la construcción de una democracia participativa en la que el poder político sea ejercido por el pueblo mismo”.
Es decir, cada vez que las instituciones y el Estado de Derecho le estorben acudirá “al pueblo”, mediante las “consultas populares” a modo, como lo hizo con el aeropuerto de Texcoco.
En el apartado sobre “justicia” asegura que su “plan de recuperación económica no es neoliberal ni neoporfirista” y sentencia que “ningún grupo —por importante que sea— seguirá conspirando contra la paz social en beneficio propio”.
Por ello negó apoyos para salvar a centenares de miles de empresas que generan millones de empleos. Y también por eso exigió a los empresarios (que solicitaron la derogación del decreto que anula las inversiones en energías limpias) que, en lugar de reclamar, ofrecieran disculpas.
AMLO justifica sus decisiones haciendo un recuento de los apoyos sociales que otorga el gobierno “al 70por ciento de las familias”, reiterando la supuesta creación de dos millones de empleos a través de esos apoyos, aunque en los primeros 4 meses del año se hayan perdido más de 800 mil. A esa “inyección de recursos” le apuesta para reactivar la economía.
¿Qué le ofrece al otro 30 por ciento “que se ubica desde la clase media hasta los de mayores ingresos”? “Construir la paz y la tranquilidad... La paz es fruto de la justicia”, les dice. Es decir, nada. Que el 30 por ciento haga lo que pueda porque el gobierno no será “gestor de oportunidades”. Que el 30 por ciento sostenga sin chistar al 70 por ciento, aunque en los hechos no haya ni paz ni tranquilidad.
Ese es su “nuevo modelo económico”, “ante el derrumbe neoliberal”, con una economía que decrecerá 10 por ciento, con más de 10 millones de nuevos pobres (29 mil mexicanos más en pobreza cada día) y centenares de miles de empresas quebradas. ¿De dónde saldrán los dineros para pagar los programas sociales?
El “ensayo” de AMLO es un bodrio en materia de política económica. Es la oficialización del desastre al que nos está llevando su denominada 4T. El antídoto es la amplia unidad para el 2021.
Exdiputado federal