El país acaba de ser testigo de impresionantes movilizaciones en defensa de la democracia y exigencia de elecciones libres, a unos cuantos días del inicio de las campañas. El próximo 2 de junio se efectuarán las elecciones más numerosas e importantes del México contemporáneo que son, al mismo tiempo, las más complejas y llenas de riesgos.
En poco más de tres meses estaremos decidiendo el rumbo del país que tendremos para los próximos años.
Desde el poder presidencial se insiste en mantener la versión de que los resultados de las elecciones ya están decididos y que AMLO le entregará la banda tricolor a la “corcholata oficial”; quieren que la gente no salga a votar ya que, se dirá, no tiene sentido invertir tiempo en ir a las urnas si ya se saben de antemano los resultados de la elección, especialmente que no vayan a votar las mujeres y los jóvenes (sectores mayoritarios de la sociedad), para así ganar —con el apoyo corporativo y manipulado por el gobierno— de los beneficiarios de los programas sociales.
Pero eso es falso. Si lo anterior fuera cierto, no estarían tan preocupados y ocupados de las actividades y pronunciamientos de Xóchitl Gálvez ni del tamaño de las movilizaciones ciudadanas del pasado 18 de febrero porque, en realidad, las elecciones se deciden en las campañas y, sobre todo, con el voto libre de las y los ciudadanos quienes, en su mayoría, reclaman que haya elecciones libres y democráticas.
Más de tres meses nos separan del 2 de junio, tiempo en el que –seguramente- seguirán saliendo a la luz nuevas informaciones sobre la podredumbre de este gobierno, su corrupción, sus complicidades con el narcotráfico, sus múltiples atropellos contra derechos humanos y sus graves incapacidades.
Viejas lealtades empezarán a abandonar al “dictadorzuelo” que, cada vez, tiene menos capacidad de control porque ya se va. No es lo mismo el poder presidencial al inicio de un sexenio, que su influencia al final; aunque el reyezuelo de Palacio no lo quiera entender y mucho menos asumir.
La mayoría de la gente desea, quiere, vivir en paz, sin miedo, en democracia, con tolerancia y sin exclusiones por ninguna razón, quiere tener mayores oportunidades para que los hijos estudien y puedan tener mayores oportunidades para una vida mejor, tener un sistema de salud pública eficiente y vivir en un medio ambiente sano y un país alejado de la corrupción.
Es la democracia la que brinda las bases para seguir pugnando por eso, mientras que una dictadura, un gobierno autoritario, coarta esa posibilidad.
AMLO y su “corcholata” presidencial quieren esto último; Xóchitl plantea lo primero.
No es verdad que la disyuntiva sea entre “el cambio” que la coalición gobernante solamente ofreció y nunca llegó, o “el regreso al pasado” con la oposición, como ellos lo descalifican, ya que nadie quiere volver a un México que ha quedado atrás y del cual hay que rescatar las instituciones que sí funcionaban, como el Seguro Popular, las estancias infantiles, las Escuelas de Tiempo Completo y los refugios para mujeres violentadas, entre otras.
Las mujeres y hombres libres de nuestro país queremos vivir sin la polarización entre "los buenos (ellos) y los malos (todos los opositores)", en un México donde todos quepamos y podamos vivir en armonía; un México sin miedo, como lo ha dicho Xóchitl.
Los esfuerzos a realizar son muy grandes para vencer la estrategia de unas elecciones de Estado. Por eso yo hago mío el decálogo de los convocantes a las movilizaciones del pasado domingo para exigir, como lo ha expresado Xóchitl: Que el gobierno saque las manos del proceso electoral, que se tomen todas las medidas para que el crimen organizado deje de incidir en las elecciones, y que el INE emita reglas para que tengamos un proceso electoral que nos conduzca a comicios libres y democráticos el próximo 2 de junio.
Soy optimista porque la gente, la ciudadanía, está tomando en sus manos las riendas del proceso electoral y porque sus acciones decidirán el resultado que marcará el rumbo del país por muchos años.