Llegó Navidad y con ella la ocasión para reflexionar sobre 2020. Los hechos que hacen de este año el peor de la vida de muchos mexicanos han sido abundantemente analizados en este y otros espacios.
Toca hoy abordar los sentimientos que esta crisis ha traído consigo. Los mexicanos expresan (encuesta GEA-ISA, y El Financiero) varios que los invaden en estos días: por la pandemia, miedo de morir (73%), miedo de salir a la calle (74%); por la economía familiar, una situación peor que la del año anterior (40%); por las expectativas hacia el futuro, una economía familiar mejor a la actual dentro de seis años, sólo 13%; por la situación del país, preocupación (25%), enojo (22%) y miedo (12%).
A muchos perturba la falta de disciplina para encarar la pandemia. Las medidas de las autoridades han sido tardías e insuficientes, ante la actitud de grupos muy numerosos de la población que no usan cubrebocas, que no se quedan en casa, que no respetan la sana distancia, que no abandonan la vía pública para vender lo que puedan, para lo cual el ejemplo más claro es la Ciudad de México. No es culpa de AMLO o de Sheinbaum que existan estos conglomerados sociales incontrolables. El origen de su comportamiento no cívico puede rastrearse hasta la explosión demográfica a mediados de los setenta que, a su vez, deriva de la falta de programas de planeación familiar a fines de los sesenta y principios de los setenta. “Gobernar es poblar” afirmó Luis Echeverría Álvarez entonces, como parte de las políticas populistas de su gobierno. La borrachera populista de la segunda parte del sexenio de López Portillo, basada en el petróleo, llevó a la nacionalización de la banca, aumentos desmedidos de salarios, todo encapsulado en una frase: “Tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”.
La explosión demográfica llevó al país a enfrentar una gran demanda por educación, que se atendió con la masificación de la educación, sin cuidar su calidad. Entre otros daños de eso, se deterioró la formación cívica, con la consecuente falta de respeto a los demás y el incumplimiento de la ley, la impunidad, el aumento de la corrupción en la sociedad, y el deterioro de la capacidad y calidad de los gobiernos. Un crecimiento económico insuficiente profundizó la precarización de México, que se retroalimentó con un rápido proceso de urbanización desordenada y marginación.
La situación que vive el país esta Navidad obliga a recordar responsablemente, aunque con tristeza, la causa raíz de la tragedia que se vive ahora. Es pertinente porque, como reza el dicho, quien no conoce la historia está condenado a repetirla.
Por eso, hoy el sentimiento dominante es o debería ser de tristeza, por los errores cometidos por los mexicanos durante décadas, unos por no hacer y otros por no exigir. Ese sentimiento debería motivarnos a sí actuar ahora, para evitar que continúe el deterioro del país, todos juntos en alianza. Hay mucho por hacer para evitar que la Navidad de 2021 sea aún más triste.