Preocupa cómo López Obrador va a salir del hoyo en el que se ha metido, sin dañar más a México. Para buscar una solución, lo primero es reconocer el problema, pero no hay elementos para anticipar que AMLO y Morena reconocerán que las cosas van mal. Los aciertos de la 4T, como el programa de pensiones para Adultos Mayores, el aumento en el salario mínimo y la conciencia de que desigualdades crecientes no solo son injustas sino insostenibles, quedan muy cortos frente a los desaciertos, que incluyen los tropiezos de sus obras estratégicas, ampliamente documentados.

Pero todo esto no es suficiente para explicar el estado de ánimo en la calle. La situación política tiene que ver, pero más la realidad económica: menos ingreso, más inflación, y el deterioro generalizado de los bienes y servicios públicos. Este sentir de un gran número de mexicanos en la calle responde a hechos contundentes. Contrario a lo que informa el gobierno, el Índice Global de Remuneraciones del Inegi señala que continúa la afectación del ingreso de muchos mexicanos. En diciembre pasado, el índice fue todavía 4.8% inferior al de agosto 2019, en términos reales. En conjunto, los mexicanos han perdido casi 5.0% de su ingreso, lo que se traduce y explica el magro comportamiento de su consumo, cuya composición han ajustado en su intento por paliar su inevitable reducción.

Habiendo transcurrido más de la mitad del sexenio, continúa la disminución del bienestar de la mayoría de los mexicanos. El mosaico de paisajes urbanos muestra gran diversidad, pero no puede ocultar un mantenimiento insuficiente, negocios quebrados, innumerables inmuebles vacantes y en venta, escasa presencia de personas en áreas antes en ebullición, creciente miedo de los ciudadanos por su seguridad; menos ingreso y más inseguridad.

Mientras esto sucede en la calle, la comunicación gubernamental lo niega y plantea mejoría en prácticamente todos los órdenes de la realidad. Se trata de una situación por demás peligrosa, pues no abre la posibilidad de actuar en consecuencia, de rectificar los yerros, de abrir esperanza de ajustar la acción gubernamental.

De hecho, acechan otros planteamientos de afectación adicional para la población, por ejemplo: eliminar las escuelas de tiempo completo (daño para niños y sus madres); el ataque al INE; la incertidumbre por una inútil consulta para una absurda revocación del mandato de AMLO; el aumento de las muertes por Covid hasta alcanzar 800 mil en el mejor escenario (todas con familiares y amigos que no olvidarán y quizás no perdonarán); el conflicto político adicional producto de la necia insistencia de la 4T para que se apruebe la contrarreforma eléctrica; los extrañamientos de EU a México por su actuar titubeante en materia comercial y de política exterior. Los hechos de las últimas semanas han reafirmado que el combate a la corrupción no ha avanzado y, peor aún, que esta amenaza podría empeorar en lo que resta de esta administración.

La situación es por demás delicada, porque el Presidente no puede ahogarse en el hoyo en el que se ha metido sin dañar más al país y a los mexicanos. ¿Cómo podría reflexionar sobre esto, en términos que diera espacio para aminorar el daño histórico de la economía, la democracia y la sociedad mexicanas?

Quienes no votaron y no simpatizan con la 4T están preocupados por esta situación de fragilidad del presidente López Obrador, pero no atinan a definir acciones que le permitan salir del pantano en el que se ha metido. Es un problema de todos los mexicanos, algunos que ya están conscientes y otros que por desgracia todavía no, una gran injusticia con costos inimaginables, que solo la historia de México precisará.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA