A José Sarukhán Kermez, educador, científico y mexicano de convicciones.
¿Cuál es la función de la escuela? En México la respuesta tradicional está siendo cuestionada por algunos grupos de la sociedad. La definición clásica, que la escuela tiene el rol principal de transferir conocimientos a los educandos, conforme un programa que les permita ir de menos a más comprensión de su realidad. El enfoque positivista supone que es posible transmitir conocimiento de una realidad que “es”, e intercambiar puntos de vista sobre ésta. También abre espacio para reflexionar en términos normativos, esto es, lo que “debe ser”, pero siempre distinguiendo entre ambas categorías, a fin de inculcar hábitos de integración social.
Este simple concepto hace surgir la naturaleza de la escuela como un sitio donde los educandos concurren para aprender y enfrentan por primera vez la competencia. ¿Quién entiende mejor lo que explica el profesor; quién lo recuerda mejor; quién lo transmite mejor? De esa experiencia cotidiana surge el esfuerzo diferenciado entre los educandos, y la mirada inquisitiva de los maestros y de los encargados de impartir los conocimientos. Al unísono se evalúa el aprovechamiento del educando y la efectividad del sistema educativo. La escuela también enseña a socializar, comunicar e inculca elementos de disciplina personal, por ejemplo, limpieza, puntualidad, respeto al otro, y de responsabilidad.
En la sociedad contemporánea, la escuela desempeña otras funciones de máxima importancia para los ciudadanos. Por ejemplo, como espacio de cuidado temporal de los niños, lo que da a los padres y abuelos libertad y les permite desplegarse como ciudadanos y/o aprender. Esto es lo que ignora Morena al cancelar las Escuelas de Tiempo Completo. También sirve como núcleo de la comunidad y origen de iniciativas colectivas. En los países desarrollados también funge como centro nutricional y de desarrollo físico, además de supervisor de la salud de todos.
Por alguna causa desconocida, AMLO ha insistido en identificar a la escuela meritocrática como un instrumento del neoliberalismo. Su error es craso, pues olvida la escuela en Grecia (Sócrates, Platón y el liceo de Aristóteles), la llamada Escuela Tradicional, la evaluación estandarizada y qué decir del enfoque meritocrático de las escuelas en los países socialistas o comunistas, como China, Cuba o la extinta URSS. Entonces, ¿cuál es la causa raíz de la fobia de López Obrador contra la escuela? ¿Qué gana?
La mayoría de los programas escolares de hoy buscan enseñar por disciplinas, que en esencia surgieron de la división del trabajo. Al desintegrar actividades multitarea en otras con un número más amplio de tareas especializadas, se facilitó una educación de mayor detalle y serial, que permitía evaluar el aprendizaje (desempeño) de los educandos y al unísono de los sistemas de enseñanza.
Las implicaciones presentes y futuras de destruir la educación meritocrática, para la sociedad mexicana (actual y futura) y para el país frente al resto del mundo (competitividad) son negativas y de magnitud (daño) inimaginable.
Lo más evidente es el rezago incontenible en el desarrollo científico del país, y en la capacidad para ir al paso de la innovación tecnológica en el resto del planeta.
Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados/StructurA
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