La elección que viene será un momento de inflexión en la historia de México. Es difícil imaginar un choque político mayor del que se presentará en esta elección. Dinámicas sociales profundas se desenvuelven (EL UNIVERSAL, mayo 13, 2021) y su resultado final se conocerá el 6 de junio por la noche. En esta coyuntura, cobran nueva relevancia hechos del desarrollo democrático de México que no siempre se tienen presentes.
Con sobrerrepresentación o sin ella, la elección de 2018 resultó de la ausencia de una labor conciliatoria eficaz por parte de las “clases dirigentes”, pues se habían craquelado casi dos décadas antes, cuando la sociedad culpó de todo lo malo a los partidos y a los “políticos”, así, en general.
Por eso, el resultado de la elección de 2018 y el surgimiento de Morena, que coaligó múltiples grupos políticos y sociales insatisfechos, representó una ruptura contra las clases dirigentes, entendidas como un “grupo único, no una multiplicidad de grupos, que decide los asuntos de máxima importancia para la nación, dejando cuestiones relativamente menores para decisión de los niveles medios de la población, y casi nada para el ciudadano común”.
En efecto, las clases dirigentes no pudieron resolver previamente el conflicto planteado en 2018 por 30 millones de mexicanos, hartos de inseguridad, falta de perspectivas, y corrupción. De ahí que hasta ahora, López Obrador y Morena hayan gobernado a partir de una confrontación con las clases dirigentes. La 4T ha operado en torno a una litis central que enfrenta frontalmente a integrantes de las clases dirigentes, sean del ámbito político, empresarial, intelectual, cultural o de medios de comunicación. Esta elección pone a prueba la capacidad misma de las élites para cumplir su rol. Va por México no nació por diseño ni fue una ocurrencia, sino que responde a una necesidad real. Si no lo hubieran impulsado quienes lo hicieron, otros lo hubieran tenido que hacer.
Las proyecciones —de fuentes comparables— acerca del resultado en las urnas coinciden en que la opinión neta sobre Morena (favorables menos desfavorables) cayó de 39% a 10% entre diciembre de 2018 y la semana pasada (GEA-ISA, mayo 2021). Indican que se multiplican las quejas de la población acerca de aspectos específicos y críticamente importantes de la tarea de gobierno: seguridad es peor que hace seis meses (46%), corrupción aún existe dentro del gobierno federal (77%), el país va por un rumbo equivocado (54%), la esperanza frente a la situación del país disminuyó de 48% en diciembre de 2018 a 24%, y simultáneamente, la aprobación general de AMLO se mantiene relativamente alta (50%), aunque inferior a las de Fox (57%) y Calderón (52%). Esa paradoja incidirá en las urnas el domingo 6 de junio.
Todo indica que el Presidente López Obrador, Morena y sus coaligados obtendrán un porcentaje de los votos un poco menor (45.4% de preferencia efectiva, en comparación con 48.4% en 2018). De materializarse ese resultado, Morena y sus partidos acompañantes alcanzarían 259 curules en el Congreso Federal, esto es, perdería la mayoría calificada, y rondaría la mayoría simple. Esto indica que, al igual que otros partidos políticos, durante estos tres años no fue capaz de atraer más electores. Esa es la gran enseñanza que dejará esta elección, como pauta de acción hacia la de 2024.
Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA