El arresto del general Salvador Cienfuegos sacudió de raíz las valoraciones acerca de las instituciones de seguridad pública en México y, también, acerca del estado de la relación con Estados Unidos de América . Es tan grave el daño, que tomará tiempo recuperarse, aunque providencialmente se abren dos coyunturas favorables. La primera deriva del relevo del secretario de Seguridad que permitiría a AMLO finalmente formular una estrategia integral de seguridad y corregir deficiencias operativas en la materia. La segunda surge de la elección en EU y la posibilidad de un triunfo demócrata, lo cual requeriría revisar y realinear objetivos y prácticas de la política exterior. La primera es para otro artículo.
El arresto colapsó el status quo de la relación bilateral, pues se violaron principios fundamentales de la cooperación en materia de seguridad, aspecto central de la agenda entre los dos países. No puede haber eficacia en esa materia sin dos elementos: i) un esquema y protocolos de colaboración de ambos gobiernos; y, ii) confianza y respeto entre los muchos actores que participan en esas tareas, que parte de la actitud de los dos jefes de Estado, y permea todas las capas de ambos gobiernos. El sendero seguido durante los últimos años va en sentido contrario. Una comparación puede ser útil.
A fines de los 90, la relación bilateral apenas había superado dos sacudidas de gran impacto. Primera, el colapso financiero de 1994-1995 y las difíciles negociaciones para el “salvamento” de México. Segunda, el colapso de la confianza de ambas comunidades de seguridad por el caso del general Gutiérrez Rebollo, recién acreditado como el zar mexicano para el tema de las drogas y contraparte del general Barry McCaffrey, jefe de la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas (ONDCP) de EU.
Cada uno tenía la función de supervisar las acciones de todas las agencias que participaban en ese combate. A la caída de Gutiérrez Rebollo, ambos países tuvieron que desplegar un esfuerzo extraordinario para reconstituir la confianza, ajustar la estrategia, e inaugurar una nueva etapa de cooperación en materia de seguridad.
Participé en ese esfuerzo como Embajador de México en EU, cuando además perduraba la irritante “certificación” de México por el Congreso de aquel país. Por tanto, parte del esfuerzo para recuperar la confianza pasaba por generar entendimiento entre congresistas acerca de la situación real de la cooperación en esa materia. Esa nueva era requirió de múltiples iniciativas, entre las que destacan: i) el fortalecimiento de las reuniones anuales de la Comisión Bilateral México–EU, a cargo de SRE; ii) reuniones interparlamentarias anuales; iii) visitas frecuentes de congresistas estadounidenses a México, bien integradas y con agendas funcionales; iv) reuniones mensuales del Embajador de México en EU con la procuradora general Janet Reno y el subprocurador Eric Holder; v) cabildeo permanente en el Congreso de EU, orientado a eliminar la certificación; vi) contacto permanente con la ONDCP para intercambiar información y coordinar esfuerzos; vii) supervisión del cumplimiento de los compromisos de ambos países, por ejemplo, la capacitación de militares mexicanos en EU; el secretario de la Defensa, general Enrique Cervantes, lo hacía personalmente; viii) programas de divulgación de la situación real de la relación bilateral en todos los estados de la Unión Americana; ix) relación estrecha con la Comisionada de Inmigración; x) reclutamiento de gobernadores como aliados de México en ese esfuerzo de recuperación de la confianza; entre otras.
El general McCaffrey afirmó que el arresto de Cienfuegos es una acción provocadora para México. Sólo queda esperar de ambos gobiernos sensatez y capacidad para corregir el rumbo.