La propagación del coronavirus a nivel internacional está generando estragos en la economía global, y México no es la excepción. El problema principal recae en China, donde las medidas para contener la propagación del virus provocaron que los procesos productivos en ese país se detuvieran. Como resultado, el resto del mundo comenzó a sufrir caídas en las exportaciones manufactureras hacia China y mayores costos de producción al experimentar un desabasto de bienes intermedios de aquel país. Así, los principales analistas internacionales han reducido recientemente las expectativas de crecimiento de china y del mundo en general.

En México, los organismos financieros internacionales y analistas privados ya recortaron las expectativas de crecimiento para este año. De hecho, algunos analistas sugieren que la economía nacional no crecerá o incluso se contraerá como resultado del impacto adverso del coronavirus.

El impacto proviene de dos fuentes, la primera relacionada con la desaceleración de la industria estadounidense por la fuerte contracción en las exportaciones hacia China. Gran parte de los procesos industriales de EE. UU. están muy ligados con la producción manufacturera mexicana, sobre todo de bienes intermedios. A lo largo de 2019 el sector externo, sobre todo manufacturero, fue el único que creció y aún así la economía se contrajo (-0.1% anual). Recordemos que la economía de EE. UU. se expandió en alrededor de 2% anual.

Segundo, por la contracción en las importaciones de bienes intermedios que en una gran medida provienen de países asiáticos. México es un país que importa gran parte de los insumos que maquila para exportar. Al existir un choque de oferta los mismos aumentan los costos productivos y merman la productividad. No es tan fácil reemplazar proveedurías en el corto plazo, por ejemplo, con compañías ubicadas en América del Norte.

Este entorno ya está provocando que muchos países reaccionen con medidas urgentes para compensar la desaceleración económica. Primero, con estímulos monetarios donde

la mayoría de los bancos centrales mundiales están recortando la tasa de interés para incentivar el consumo y la inversión. Es muy probable que el Banco de México continúe con este ciclo y recorte también la tasa de interés objetivo en hasta 50 puntos base. Por otro lado, muchos países también preparan estímulos fiscales para reactivar a la economía. En EUA, por ejemplo, se preparan créditos muy baratos para las Pymes y la eliminación de impuestos de nómina. Además, los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, entre otros, está preparando paquetes de rescate.

En México, además de la política monetaria no se han propuesto medidas fiscales para alentar a la economía. El problema recae en que además de la situación adversa por el coronavirus, la reciente caída en el precio del petróleo puso contra la pared a la empresa productiva del estado. Esto en un entorno donde las finanzas públicas están presionadas por una recaudación muy pobre. Debido a la debilidad de la economía, la recaudación del ISR y el IVA cayeron en 2019. Además, parte de los fondos de ahorro contra-cíclicos que dejó la administración anterior se utilizaron para pagar deuda de Pemex. La empresa productiva del estado aumentó sus pérdidas en 92% en 2019.

Para este año la situación no pinta nada bien. Las reducciones en las expectativas de crecimiento provocarán una menor recaudación tributaria. Si a esto le añadimos los bajos precios del crudo, es probable que Pemex también se vea comprometida. Si bien el gobierno federal tiene coberturas petroleras no abarcan el 100% de la plataforma de exportación.

Así, seria urgente elaborar una reforma fiscal para blindar a las finanzas públicas. Si bien la SHCP lo había sugerido recientemente, esta idea fue deshecha por el ejecutivo. Sin una reforma fiscal no habrá recursos para solventar el creciente gasto público y presionará al gobierno a continuar recortando gasto o a utilizar los fondos de ahorro restantes para compensar la caída en los ingresos.

Es urgente que el gobierno empiece a elaborar medidas fiscales para compensar la desaceleración económica que se viene en el futuro.

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