Bruno Latour, filósofo científico francés, en sus Tormentos de la palabra religiosa, dice que le “da vergüenza lo que oye a la hora del sermón cuando va a misa el domingo; pero vergüenza también del odio incrédulo o de la indiferencia burlona de los que se burlan de los que van a misa. Vergüenza cuando va, vergüenza cuando no se atreve a decir que va a misa”. Más adelante, ya sin vergüenza, evoca la fresca que los monjes del convento de San Marco en Florencia pidieron al fraile Angélico; esa fresca representa el episodio del sepulcro vacío que encuentran las mujeres en aquella mañana del día domingo. No ven nada. La tumba está vacía. Fray Angélico pintó el ángel sentado que, de una mano, enseña el vacío de la tumba y de un dedo de la otra mano la aparición del Cristo resucitado con la palma del martirio y el estandarte de la salvación. Las santas mujeres no pueden verlo porque le dan la espalda. “Ya no está aquí”, dice el ángel. Un monje mira sin ver nada porque baja los ojos. “Extraña representación en la cual nadie ve nada directamente: ni las mujeres, ni el ángel, ni el monje —ni yo, por consecuente—. Sin embargo, soy el único que ve la aparición pintada del Cristo… Ya no está aquí, tampoco en ese fresco muerto, dice el ángel… Entiendo el sentido del episodio: “Estaba muerto, ha resucitado”. No debo buscar el sentido del episodio en el pasado, sino ahora, para mí, aquí”. (126-128).
Esa historia tan lejana en el tiempo y en el espacio, representada por el talento del Angélico, hay que entenderla como presente, hoy de nuevo, frente a mí, frente a nosotros. Henri Marrou, el gran historiador de la Antigüedad dijo que hay que “vivir como alguien que cree que Dios es, que Cristo es su hijo y que sufrió por todos los hombres, especialmente por los pecadores”. Y, en otra ocasión, que “no hay que eliminar el carácter positivo de la muerte que no es solamente ausencia, sino, con el sufrimiento, una condición de la resurrección. Él murió (después de Getsemani y “Lamma, lamma Sabactani”) pero ha resucitado”.
El tema de la Resurrección de Jesús fascinó y sigue fascinando a novelistas e historiadores; Mikhail Bulgakov en su prodigioso “El Maestro y Margarita”, Yuri Dombrovski en su asombroso “La facultad de las cosas inútiles” (2015), Paula Fredriksen: “Jesus of Nazareth, King of the Jews” (1999), N.T. Wright: “The Resurrection of the Son of God” (2003) y Geza Vermes: “The Resurrection”(2008) examinan la narración de la Resurrección en términos históricos, como lo hizo en el siglo XIX, David Friedrich Strauss, en su monumental “La vida de Cristo, examinada críticamente”. Hoy, domingo de la Resurrección, millones de cristianos recuerdan, celebran, viven un acontecimiento ocurrido hace cerca de dos mil años, alrededor del año 33 de nuestra era (cristiana). A la distancia se pierde la dimensión extraordinaria del acontecimiento. No existía en el Medio Oriente judío de aquel entonces la espera de un sacrificio humano mesiánico, sino la esperanza de un mesías militar, un nuevo David que derrotaría a los romanos para restaurar a Israel e instaurar “el reino de Dios”; no se trataba de la resurrección de una persona, menos aún del hijo de Dios, sino del triunfo de un glorioso Israel. Posiblemente es lo que esperaban todos los discípulos, en particular Judas Iscariote, “el sicario”, militante que entregó a su amado Jesús para obligarlo a manifestar su Gran Poder militar.
El primer capítulo de las Actas de los Apóstoles nos lleva al Monte de los Olivos cuando Cristo se despide de sus discípulos. Ellos creen, sin entender, que él ya no está en la tumba y que sube al cielo con el Padre. “Lo que importa es que en poco tiempo el pequeño grupo atemorizado de los primeros seguidores de Jesús experimenta una poderosa experiencia mística en la Fiesta de las Semanas (Pentecostés). Llenos del prometido Espíritu Santo, esos hombres pusilánimes se transformaron de repente en guerreros espirituales extáticos”. (Geza Vermes: 149). Bien dijo Paul Winter: “Juzgado por el mundo, condenado por la autoridad, enterrado por las Iglesias que profesan su nombre, resucita de nuevo, hoy y mañana, en los corazones de los que lo quieren y sienten que está cerca”.