El molesto ruido nocturno del zancudo debería, además de quitarnos el sueño, recordar que es peligrosísimo; su zumbido equivale a la terrorífica sirena de los aviones “Stukas” alemanes cuando, al principio de la segunda guerra mundial, bajaban en picada sobre las columnas de refugiados que huían de la catástrofe. Unas pocas especies de zancudo, como Anopheles aegypti, Anopheles Aedes, Anopheles albopictus y Anopheles gambiae, nos infectan con parásitos como el virus del Nilo, el dengue, la fiebre amarilla, la malaria, el zika… Su eliminación, de ser posible, salvaría millones de vidas: la sola malaria mató 450 mil personas el año pasado y arruinó la vida de varios millones.

Descubrir vacunas contra las diversas enfermedades transmitidas por estos zancudos es algo muy importante, sin embargo, hay científicos partidarios de acabar con ellas exterminando a los mosquitos portadores de las plagas. En 2016, los manipuladores genéticos soltaron en Brasil zancudos machos vueltos estériles, de la especie A. aegypti. Primer paso hacia modificaciones genéticas (gene drive = impulso genético o genética dirigida) más drásticas y, por lo tanto, discutibles y discutidas (en el nordeste de Brasil, epicentro del zika, se acusó al zancudo estéril de haberlo introducido). La Fundación Bill y Melinda Gates da dinero para las investigaciones que en tal sentido se están haciendo, pero falta todavía para que sean operativas.

Algunos piensan que es algo moralmente inadmisible, otros, que sería jugar al aprendiz de brujo, porque nadie puede predecir las consecuencias, efecto dominó o mariposa, de la eliminación de los zancudos: por ejemplo, en la alimentación de golondrinas, murciélagos y cuantas especies que se nutren con zancudos. Favorables al intento y, sin embargo, prudentes son los científicos que condicionan la operación bajo dos principios: reversibilidad y control internacional; ninguna especie debe ser exterminada al grado que no pueda ser reintroducida, lo que implica conservar alguna colonia de mosquitos no genéticamente modificados. Control internacional: vean el antecedente de los OGM en la agricultura. El debate está abierto.

Abierto, porque, en 2018, por primera vez, en laboratorio, fue extinguida, por manipulación de su ADN, una cohorte de zancudos transmisores de malaria. Los científicos del Colegio Imperial de Londres introdujeron una mutación en unos pocos insectos de la población original, hembras que se volvieron estériles; luego, la mutación se extendió a más individuos en cada generación hasta afectar a todos los individuos, en un año. Fue la primera vez que un experimento canceló la capacidad reproductiva de una colonia completa. En intentos anteriores, en otros laboratorios se habían conseguido mutaciones que frenaban el impulso genético, pero sólo por unas generaciones; en este caso “lo increíble es que las variantes genéticas conseguidas hacen que el gen del desarrollo sexual deje de funcionar. No han podido (los mosquitos) desarrollar resistencia”, (Andrea Cristiani, en Nature Biotechnology, 24 de septiembre de 2018). Pedro Alonso, el director del programa mundial sobre malaria, de la OMS, comentó que el “impulso genético se ve como una de las vías más prometedoras para avanzar en la lucha contra la malaria”.

El descubrimiento abre la posibilidad de atacar otros transmisores, como la garrapata que transmite la enfermedad de Lyme, o de modificar el ADN de los pobres murciélagos implicados en las pandemias del siglo XXI. Si bien es un avance tecnológico impresionante, queda mucho por probar y comprobar y las primeras pruebas de campo no llegarán antes de 2023, según los autores del experimento del Colegio Imperial. Es cuando “entraremos en terreno desconocido, donde las decisiones políticas serán probablemente más importantes que nuestra capacidad científica”. ¿Será abrir la caja de Pandora?


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