Los millares de estrategas de café, especialistas en chanclas y mirones ociosos se quejan, o se alegran de la lentitud de la “contraofensiva” ucraniana. Primer punto, no sé porque todos hablan de “contraofensiva”, cuando se trata de una ofensiva; segundo, escuchemos al famoso y siniestro Evgenii Prigozhin: “¿Cuál desnazificación? Llegamos a la brava, pisamos con nuestras botas todo el territorio (de Ucrania) en busca de los nazis. Mientras, hicimos papilla a toda la gente que encontramos, nos acercamos a Kyiv, y luego nos cagamos y alejamos. Hicimos de Ucrania una nación conocida en el mundo entero. Ucrania se volvió un país absolutamente conocido de todos en el mundo entero. Como los griegos en la época de la prosperidad de Grecia. Legitimamos a Ucrania”. En cuanto a la desmilitarización: “Si tenían 500 tanques al principio de la Operación Especial, ahora tienen 5 mil; si tenían 20 mil personas capaces de pelear hábilmente, ahora tienen 400 mil. ¿Desmilitarizamos a Ucrania? Al revés, la militarizamos … Los ucranianos tienen ahora uno de los ejércitos más poderosos, con un alto nivel de organización, entrenamiento, información. Utilizan con el mismo éxito material soviético y material de la OTAN. Aguantan con filosofía las bajas que sufren. Tienen todo para alcanzar la meta suprema, como lo tuvimos durante la segunda guerra mundial. Con más tecnología y claridad”.
Si no le creen al condotiero, escuchen a Konstantín Zatulin, diputado ruso y director del Instituto de la Comunidad de Estados Independientes (junio 2023): “Rusia no tenía razones suficientes para suponer una victoria asegurada. Nuestros objetivos oficialmente declarados al principio de la OME eran la desnazificación, desmilitarización, neutralidad de Ucrania y la protección de los habitantes de las repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, los que han sufrido a lo largo de la Operación. ¿Conseguimos alguno de estos objetivos? Ni uno. Creímos ingenuamente que el Estado ucraniano se derrumbaría al primer choque y esto no ocurrió”. “Ucrania es peligrosa, necesitamos un plan B, pero Ucrania seguirá porque no tenemos poder suficiente para derrotarla”.
Mientras tanto, en Occidente, exigen que la ofensiva ucraniana, que empezó el 4 de junio, dé resultados militares inmediatos y grandes. Bien replicó el presidente Zelensky que la guerra real no es una película de Hollywood con final feliz al minuto 90. No dijo que esos “aliados” habían esperado más de un año para empezar a entregar, a cuenta gotas, armas serias y que, hasta la fecha, las fuerzas armadas ucranianas no disponen de la aviación indispensable para una gran ofensiva. Además, cuando son los ucranianos que ponen los muertos, les advierten que no deben usar las armas proporcionadas por los “aliados” contra el territorio ruso. O sea, tienen que pelear con un brazo amarrado en la espalda. ¿Por qué será?
¿A poco Occidente cree todavía en la posibilidad de devolverle la “razón” al presidente Putin?, si evita que la guerra toque realmente a Rusia… Por lo pronto la estrategia gradual y lentamente progresiva de los “aliados” ha dado al ejército ruso el tiempo de construir tres profundas y temibles líneas de defensa, las que obligan a los ucranianos a sondear sus defensas, tantear, buscar algún punto débil para abrir una brecha. La resistencia rusa ha sido fuerte hasta ahora y su aviación impide que su adversario avance en terreno descubierto; mientras, su artillería, misiles y drones bombardean constantemente a las ciudades y a la población civil, para impedir que los sistemas antiaéreos y antimisiles vayan al frente. La entrega progresiva de tanques y misiles no compensará el terrible déficit de fuerzas aéreas ucranianas.
La guerra sigue. Pronto llegará a su día 500. Se vuelve más intensa y, si no surge una sorpresa militar mayor, o una sorpresa política mayor que la cabalgada del condotiero Prigozhin, va para largo, hacia un callejón estratégico sin salida. Conflicto de larga duración sin salida negociada. Al estilo de la guerra de Corea que setenta años después del armisticio de Panmunjom no ha terminado.