En el número 18 de La Gaceta de los Nuevos Disidentes, enumeran los cinco signos del regreso en gracia de Stalin en Rusia. No solamente el gobierno de Putin ha puesto fin, hace tiempo, a todo trabajo sobre la memoria de la época soviética, sino alienta la rehabilitación del Padrecito de los Pueblos. Una señal bastante desagradable la acaba de dar el Servicio Federal de Aplicación de las Penas: apoya la propuesta de poner detenidos a trabajar en la refacción de la línea de ferrocarril Baikal-Amur, el famoso BAM del Extremo Oriente ruso. La construcción del BAM fue una de las grandes obras de Stalin, realizada con la mano de obra esclava del GULAG. Más de diez mil vidas costó la vía.
En abril 2021, el excelente novelista Zajar Priliepin, presidente del partido «Rusia Justa- Los Patriotas- Por la Verdad», con 23 diputados en la Duma, propuso la erección de una estatua de Stalin en Moscú. Empezó a recoger firmas de apoyo, después de la celebración del 9 de mayo, día de la victoria sobre el Tercer Reich: «La idea de levantar el monumento será aprobada por todos los que tienen una mirada realista sobre la historia de Rusia en los años 1920-1950 y que no creen en «fakes» propuestos por Nikita Jrushchov».
Surgió otra propuesta de monumento en Moscú, en la plaza de Lubianka, el gran edificio de la Cheka, GPU, NKVD, KGB, los «órganos» de seguridad con nombre cambiante y práctica permanente. En los sótanos del siniestro edificio fueron torturados y asesinados miles. Cuando se esfumó la URSS, los moscovitas lograron quitar la estatua del fundador de la Cheka, el bolchevique polaco Dzherzinsky, «Felix de Hierro». Creo recordar que no se destruyó y que se guardó en un patio interior. Ahora la quieren devolver afuera, lo que implicaría quitar el monolito instalado en memoria de todas las víctimas. En una consulta por internet, 45% aprobó la propuesta. El alcalde de Moscú dijo que no se hará, pero el procurador comentó que el desmantelamiento de 1991 no tenía base legal.
Según un sondeo publicado en 2020, 41% de los rusos entre 18 y 24 años conocen mal o ignoran totalmente las represiones estalinianas; eso contrasta con el hecho de que el 89% conoce las victorias soviéticas de la segunda guerra mundial. El sondeo del 5 de mayo de 2021, a víspera de la celebración del día 9, dice que 39% piensan que Stalin tuvo un papel decisivo en la derrota del nazismo.
Finalmente, está el discurso que pronunció el presidente Putin el 9 de mayo, en el gran desfile militar: «Frente al nazismo, nuestro pueblo estaba solo para defender a la Patria y liberar a los pueblos de Europa de la peste parda». Si no es mentira, la única explicación es la amnesia. Churchill y Roosevelt concluyeron una alianza decisiva con Stalin, algo que quiere olvidar el presidente. Luego denunció “ciertos Estados deseosos de reescribir la Historia”. En su versión de Historia, exalta el papel de Stalin y justifica el pacto germano-soviético, la alianza con Hitler que permitió el reparto de Polonia entre el Reich y la URSS, así como la anexión de los países bálticos y parte de Rumania.
Sin que haya debate público sobre el pasado, a casi setenta años de la muerte de Stalin y de la operación de desestalinización emprendida por Jrushchov, una nueva Operación Stalin, positiva, está en marcha. El gran georgiano le dio a Rusia el poder y la gloria, pero a un costo humano inimaginable. No hubo familia que no haya sufrido el terror y la represión, algo que la joven generación no puede saber cuando los memoriosos abuelos y bisabuelos han desaparecido, cuando la escuela no dice nada sobre el precio de la gloria. Stalin el glorioso regresa. Limpio. La sangre… ¿cuál sangre? Él profetizó: “¿Quién recordará todo este relajo en diez o veinte años? Nadie. ¿Quién recuerda los nombres de los que Iván el Terrible mandó matar? Nadie”.