“La Contribución Nacionalmente Determinada (NDC) de México” que manifiesta las implicaciones en todos los sectores y niveles para lograr nuestras metas climáticas. Es la base para cumplir con las metas del Acuerdo de París (2016). México se comprometió a reducir el 22% de sus emisiones entre 2017 y 2030; un reto difícil de cumplir, porque implica que gobierno, empresas y sociedad civil sumen sus esfuerzos. Le tocaría a la Semarnat asignar atribuciones y responsabilidades a los distintos niveles de gobierno y guiar a la iniciativa privada. La austeridad republicana, redoblada en 2020, paralizó una Semarnat cuyo director denuncia los pleitos internos de la 4T.
Un sector clave es el energético porque afecta la situación atmosférica. Se actualizó el reglamento en cuanto al Registro Nacional de Emisiones; se elaboró una guía del usuario del Registro para que las empresas puedan registrar correctamente sus emisiones; se creó una plataforma para apuntar los proyectos y las actividades de reducción de emisiones: en 2018, México, con esta plataforma, se había puesto a la vanguardia porque ella permitía al gobierno conocer y averiguar los proyectos en desarrollo. Lo que el viento se llevó… En 2019 tal potencial se perdió, como se perdió la colaboración indispensable entre la Semarnat y la Secretaría de Energía (Sener) y, por lo mismo, el intento de hacer converger las políticas de energía, cambio climático y medio ambiental.
Nuestro gobierno olvidó por completo las políticas del futuro, para México y para el mundo. La Sener y la CFE siguen al Presidente de la República en su apuesta a las energías fósiles: hidrocarburos y carbón. Es la vuelta al pasado, al siglo XX y al siglo XIX. Todo para Pemex, ¡A quemar carbón sucio, combustóleo y diesel! Con entusiasmo. En lugar de apoyar a las energías alternativas y a la opción nuclear, se invierte en una refinería a un gran costo ambiental (destrucción de manglares) y en una zona de peligro por erosión, inundación marina y lluvias (vean el Atlas de Peligros por Fenómenos Naturales de Tabasco). El daño ecocida ya está hecho en Dos Bocas al arrasar 230 hectáreas de vegetación y afectar sin remedio el ecosistema selvático. Bien decía Juan Rulfo que las dos industrias principales de México son engendrar niños y crear desiertos.
Se destruyeron los manglares, luego vendrá la contaminación de la refinería. Las políticas combinadas de Pemex y CFE impiden absolutamente que México cumpla con su compromiso climático, y no es el Tren Maya que vendrá a mejorar la situación. No menciono todos los argumentos ambientales contra un proyecto que afectará el agua, el bosque, las reservas naturales, todos los seres vivos; me limito a decir que, inicialmente, se hablaba de un tren 100% eléctrico, por lo tanto limpio. Y ahora resulta que no; ¡Va a quemar un diesel (un gasóleo altamente contaminante) porque es un 10% más barato que la electricidad! Este combustible es muy tóxico al emitir más micropartículas que la gasolina. Europa acaba de emprender una gran campaña para eliminar a mediano plazo los vehículos que funcionan con diesel. Está comprobado que las locomotoras con motores diesel son una fuente importante de contaminación muy peligrosa para la salud.
Soy un fanático partidario del tren como medio de transporte de pasajeros y carga. México cometió, siguiendo el ejemplo de los EU, un error muy grave al abandonar el ferrocarril. En lugar de construir un Tren Maya, habría que reconstruir las grandes vías estratégicas del país, dotarlas de electricidad y eso sería un gran paso para cumplir nuestro compromiso, además de favorecer nuestra economía. Eso sería una verdadera Transformación.