Un amigo mío tiene un sentido del humor muy peculiar. Hace poco me escribió lo siguiente:

“A propósito de la guerra que nos preocupa en Francia y de la violencia asesina de tu México, ¿podrías decirme, tú que estás tan cercano al Popocatépetl y al Monte Sinaí, si está prevista una nueva edición de la película “Los Diez Mandamientos”? Señala Les (a Moisés y a Elohím) que, entre varias erratas, habría que prever un cambio en la numeración. A saber, poner en primerísimo lugar y no en sexta posición: NO MATARÁS. ¡Por Dios! En lugar de otros “lineamientos” o “normas” mezquinos o caducos como la prescripción del día semanal feriado o la proscripción de las imágenes que ya no sirven, por lo menos bajo nuestras latitudes.

Supongo que estás en buenos términos con tu cardenal Carlos Aguiar Retes de modo que, por lo mismo, podrías presentarle una súplica para que lance una campaña mundial, digamos “planetaria”, que ordenara plantar estacas, paneles, dazi bao, pancartas, etc. y difundir en todas las redes, y poner en las clases de instrucción, ya no religiosa, sino cívica, el primero de todos los mandamientos: “NO MATARÁS MÁS, ¡Y MIERDA!”.

Sólo después, podremos añadir unos detallitos en forma de mandamientos segundarios relativos a la supervivencia del panda pelirrojo, del gavial del río Ganges, del kakapo, bueno, de todos los que estuvieron en el Arca de Noé, el santo e impenitente borracho”.

El mismo amigo, en un correo anterior, me recordaba “la paradoja del mentiroso”, de la cual existen muchas versiones griegas desde el siglo V antes de Cristo; me quedo con la más sencilla: “Un cretense dice que todos los cretenses son mentirosos”. Puesto que el que habla es cretense, es mentiroso, por lo tanto… Ya ven ustedes lo enredado que se pone el asunto. Si pongo al presidente Vladimir Putin en el lugar del cretense, ¿qué debo pensar cuando amenaza con armas terroríficas “de una potencia de la cual el mundo no tiene idea”, cuando evoca su posible uso del arma nuclear y convoca a una posible Tercera Guerra Mundial? ¿Dice la verdad o miente? Y si miente, ¿cuál es el mensaje? Confieso que me pierdo. Cuando Putin, que se llama Vladimir mientras que su odiado Zelensky se llama Volodymyr que es Vladimir en ruso, dice “yo no faroleo”, ¿Cuál final puedo intuir a la guerra de los dos V?

Mi amigo afirma: “Todo lo que emana de Putin es de un farol. Entonces, aún y durante cierto tiempo, no debemos ensuciar nuestros calzones. Lo que le motiva, es que eso mismo le hace gozar, tan grueso es el engaño, y le conforta en su convicción de que realmente somos unos p… con los cuales él puede contar para ser tomado en serio y cosechar, una vez más, una buena imagen de sí mismo, poderoso e inteligente. Le gusta oírnos gritar “¡Viene el lobo!”, cuando él no es más que un chacal”.

Y me acordé de un aforismo categórico de Karl Marx: “Toda la política exterior de Rusia descansa sobre la cobardía y la timidez de los hombres de Estado del Occidente”. Marx, como ardiente defensor de Polonia, abominaba el imperio de los zares; Polonia, borrada del mapa, tenía la simpatía de los europeos, hermoso sentimiento que de nada servía y convencía a los polacos que su país era “el Cristo de las naciones”. Hoy, los ucranianos tienen la misma sensación, pero, hasta ahora, han recibido una ayuda concreta de ese “Occidente” calificado por Putin de “Satanás”. ¿Hasta cuándo? “¿Hasta la muerte del último ucraniano”, como dice Vladimir Putin, o “hasta la victoria”, como dice Volodymyr Zelinsky?

Durante la guerra fría, a principios de 1980, Kissinger evaluó las concesiones que se podrían acordar a los soviéticos para que dejaran de sentirse amenazados. Después de sopesarlas todas, concluyó: “Por desgracia, únicamente la impotencia total del Occidente dejaría satisfechos a los rusos, y eso, la verdad, no creo que se les pueda conceder”. Dijo “los rusos”, no dijo “los soviéticos”. Una vieja historia.

Historiador en el CIDE

 

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