El 8 de mayo de 1945, a las 23.01, capituló el Tercer Reich. En Moscú, el reloj marcaba la 1.01 del 9 de mayo. Por eso, cada año, el 9 de mayo, celebran la Victoria de la Gran Guerra Patriótica (1941-1945). La Unión Soviética pagó muy caro la victoria, con millones de vidas; Ucrania y Bielorrusia fueron las repúblicas que más muertos pusieron, en medio de indecibles sufrimientos para la población civil: vean la película de Elem Klimov, “Vengan y vean”, lean el libro “Tierras de Sangre”, de Timothy Snyder.
El 8 de abril, el presidente francés, que algunos acusan de indulgencia para con su colega Putin, dijo: “Para Rusia, el 9 de mayo es una Fiesta Nacional, una gran parada militar y está casi seguro que, para el presidente Putin, el 9 de mayo debe ser un día de victoria contra Ucrania”. Los tanques y los camiones rusos llevan pintada la letra Z, que significa Za Pobiedu, “A la victoria”. El 9 de mayo de 1995, asistí en Moscú al grandioso desfile del aniversario cincuenta de la Victoria. Encabezaban la marcha soldados que lucían el uniforme y las banderas de 1945. ¡Qué emoción! Sigo vibrando al evocar el evento. En 2015, Putin vio marchar, para el aniversario 70, más de 15,000 soldados. El próximo 9 de mayo, tendrá que pronunciar un discurso, como siempre, y asistir al desfile. En presencia real. Saliendo de su burbuja y de su bunker. ¿Cuáles tropas desfilarán, con cual material?
Sigo con el discurso de Macron, el candidato a la reelección, amenazado por la señora Le Pen, de derecha extrema, que promete, de ganar la segunda vuelta, firmar un tratado de alianza con Putin, tan pronto como termine la guerra en Ucrania. Putin ha dejado de mencionar (¿hasta cuándo?) su meta inicial y última: “desnazificar y desmilitarizar a Ucrania”. Macron no se ilusiona: “Su meta era y será tomar control de Ucrania, pero fracasó frente a la fuerte determinación del ejército ucraniano, la fuerte unidad de Ucrania y el mundo occidental … Ahora, por lo que puedo saber, el presidente Putin pasó al plan B. Mi punto de vista es que ese plan B tiene una fecha límite. Esa fecha es el 9 de mayo”.
El 12 de abril, Putin negó los “presuntos crímenes de guerra”, cometidos por sus soldados y afirmó que “Rusia cumplirá sus nobles objetivos” (subrayo yo). “Lo que pasa en Ucrania es una tragedia, pero no teníamos otra opción. Fue la decisión correcta. El objetivo principal fue ayudar a la gente del Donbass que reconocimos y que nos vimos obligados a defender… gente que siente un vínculo inquebrantable con Rusia y que durante ocho años ha sido víctima de un genocidio”. Por cierto, el mismo día el presidente Biden acusó a las fuerzas rusas de perpetrar un “genocidio”. Hay que ser más cuidadoso con el uso de esta terrible palabra.
En junio de 1992, Boris Yeltsin, antes de volar a Washington, asistió al oficio ortodoxo y dijo: “Mañana las firmas de los presidentes de EU y Rusia garantizarán de manera definitiva que no volveremos jamás a ser enemigos. Eliminaremos las armas nucleares para siempre”. Ahora se menciona el posible empleo de misiles nucleares por Putin.
En el año 2000, el Patriarcado definió su doctrina social. Uno puede leer que “la Iglesia mantiene lealtad hacia el Estado, pero más alto que la petición de lealtad está el mandamiento divino de salvar a los hombres en cualquier condición y circunstancia. Si el gobierno empuja los creyentes ortodoxos a realizar actividades pecaminosas que corrompen el alma, la Iglesia debe negarse a obedecer”. En aquel entonces, Putin pidió que se modificara al texto. La Iglesia se negó. Ahora, el patriarca bendice y alienta las tropas a “erradicar las fuerzas del mal”.
Faltan quince días para que, el 9 de mayo, Putin pueda celebrar alguna victoria. ¿Cuál? La conquista total de las dos provincias de Donetzk y Luhansk parece difícil en tan corto plazo. Podría, eventualmente, celebrar la toma de la gran ciudad portuaria, Mariupol, la ciudad mártir. Y la guerra seguirá.