GAZA: siniestro día 288. En 1950 Émile Léonard anunciaba que Brasil sería una gran potencia protestante: en 2018 los evangélicos son el 33 por ciento de la población; en Rio de Janeiro son más numerosos que los católicos. En 1964, su alumno Pierre Chaunu nos presentaba en su seminario el surgimiento del evangelismo y de su vanguardia pentecostalista, “la pobrecita Iglesia”, la de los pobres; poco después, Christian Lalive d’Épinay publicó sobre el tema su hermoso El refugio de las masas, tema que traté en mi Historia de los cristianos de América Latina, y en Samuel Ruiz en San Cristóbal.

Me acordé del tema el 22 de mayo, cuando los evangélicos mexicanos compraron en la prensa nacional una plana completa para dar a conocer su carta al presidente López Obrador: protestan contra las reformas del código penal votadas por los diputados porque, en el marco de la política de género, atentan a la patria potestad. Afirman los dirigentes que firman la carta representar a más de 30 mil iglesias. Son numerosos, pues, y entran en política. El 24 de mayo, leí en el New York Times un artículo sobre el mismo tema, pero en los Estados Unidos: el evangelismo en este país se extiende en español y mueve el panorama electoral. “En medio de una tendencia general a una mayor secularidad, la fe cristiana entre la población latina es la única que crece.”

La revista mexicana Cuestión Social, en su número de enero-junio de 2024, publica un excelente artículo del peruano José Luis Pérez Guadalupe, intitulado “La conquista religiosa y política de los evangélicos en América latina”. Y en el resto del mundo, digo yo, incluso en Asia y en tierra de islam. El autor expone el ascenso del evangelismo en América como un reto para una Iglesia católica que, consciente del dinamismo del competidor, no sabe cómo contestar. Las cifras son contundentes: en 1970, 92 por ciento de los latinoamericanos se consideraban católicos. En 2014, 67 por ciento, una caída de 25 puntos. En 2018, 60 por ciento de católicos, 19 por ciento de evangélicos y 17 por ciento, sin religión, agnósticos, ateos. Honduras: 41 por ciento de evangélicos, como Guatemala y Nicaragua, y ciertos distritos del Sureste mexicano. Se vale hablar de “revolución silenciosa” y de “emigración católica.” “¿Por qué la Iglesia católica está perdiendo América latina?”, preguntó el Wall Street Journal en enero de 2022. Sin mencionar que los estaba perdiendo también en los Estados Unidos.

“Si fuera cierto que el secularismo es la causa de la disminución católica, contesta J.L. Pérez Guadalupe, ¿cómo explicar el avance imparable de los pentecostalistas en América latina con sus intentos de resacralizar todas las instancias sociales, incluyendo la política?, ¿cómo se explica que se vacíen los templos católicos, mientras que se construyen más y más templos pentecostales, y hasta “megaiglesias”?”. Los evangélicos supieron adaptarse mejor a los cambios sociales y culturales para hablar a todas las clases sociales; empezaron hace 70 años con los pobres, entraron a las clases medias hace 40 años y acaban de entrar en el estrato del dinero y del poder.

Pero cuando se habla de “la conquista religiosa de los evangélicos” o de la “segunda evangelización”, se trata no sólo de estadísticas, “sino (de) la relevancia social que han adquirido” en los últimos años, al abandonar el anonimato púbico y “el complejo de minorías que los caracterizaba, del ingreso a las clases medias y altas de la sociedad (…) a la conquista de líderes de opinión y grupos de incidencia (…) para preguntarse cómo deben participar (políticamente) y por quién votar, de la invasión de los medios masivos de comunicación y del ingreso inesperado al mundo de la política partidaria.” Llegaron para quedarse, para crecer y conquistar, no sólo en la esfera religiosa. Esto ya ocurre en nuestro país, no con la misma fuerza que en Brasil, pero en sus intervenciones en “la política de género”, los evangélicos tendrán el apoyo de los católicos conservadores, los cuales no son únicamente clasemedieros. Basta con ver las intenciones de voto a favor de Trump entre los latinos.

Historiador en el CIDE

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