Es el diagnóstico en forma de ultimátum que nos mandó en marzo el Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático. Nos dicen los expertos que el cambio climático es “una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta” y que “la ventana de oportunidad que tiene la humanidad para asegurarse un futuro habitable y sostenible se cierra rápidamente”. Al buen entendedor, pocas palabras. Estas palabras del GIECC son pocas, pero no hay buen entendedor. Las emisiones de gases con efecto invernadero que proceden esencialmente de los combustibles fósiles, de la quema practicada por los agricultores tradicionales, muy numerosos en América Latina (en nuestro país), África y Asia del Sureste, y de la destrucción de los bosques, no se están reduciendo al ritmo definido por los Acuerdos de París de 2015.
El documento presentado por el Grupo, el sexto desde 1990, servirá, en la reunión de fin de año en Dubái, para que los países asuman sus responsabilidades. Recordemos que los Acuerdos de París (denunciados por Trump) nos piden a todos reducir las emisiones para lograr que el recalentamiento no pase de dos grados Celsius a finales del siglo. Resulta que ya calentamos con 1.1 grados y es más que probable que pasemos los 1.5 para 2043… Habría que recortar las emisiones a cero a partir de 2045 para lograr el objetivo. Pero el año pasado las emisiones de gases crecieron 1 por ciento, de modo que el informe del Grupo anuncia que, si no cambia nada, la temperatura habrá aumentado de 2.8 grados para el año 2100. Bonjour les dégâts, como dicen los galos, o sea, ¡bienvenido el desastre! Los desastres, porque eso afectó la biodiversidad, los ecosistemas, nuestros recursos (agua, aire, alimentos), la salud y el bienestar de los que tienen menos de 50 años hoy y de sus descendientes.
Nos piden “acelerar masivamente los esfuerzos climáticos de todos los países y de todos los sectores”. Vale la pena precisar que significa “todos”, porque uno prefiere siempre echar la culpa al vecino: que los países ricos, que los industrializados, que los EU o que China… ¡Por favor! Según el Grupo, el Este de Asia representa el 27 por ciento, América del Norte (de la cual formamos parte), el 12, el Sudeste asiático, el 9 y África también, 8 por ciento el Sur de Asia, Europa también, el Medio Oriente, 5, Japón, Australia y Nueva Zelanda el 3 por ciento. Todos coludos o todos rabones. Los desarrollados deberían alcanzar la reducción en 2040 (la prometen para 2050), mientras que los “emergentes” en 2050: China y la India prometen lograrlo en 2060. El Grupo exige no autorizar nuevas plantas de carbón, tampoco nuevas refinerías de petróleo. A ti te hablan, México, no te hagas el sordo. Que los desarrollados garanticen la generación de electricidad de 0 emisiones para 2035 y los demás para 2040. ¿Qué dice nuestra CFE? Manuel Bartlett ha de pensar como cierto rey de Francia: “Después de mí, el diluvio”. Efectivamente, ni Bartlett, ni el de la pluma estarán aquí en 2040. Y “detener cualquier expansión de las reservas existentes de los combustibles fósiles”.
En resumen, las emisiones deben haber caído en un 21% en 2030 –mañana– para lograr la meta de los dos grados. Soluciones las hay, falta la voluntad de implementarlas y en eso nuestro México es campeón. ¿Gobernantes y empresarios escucharán al presidente del grupo de Expertos? “Se necesitan transiciones rápidas y de gran alcance en todos los sectores si se quiere asegurar un futuro habitable y sostenible para todos (…) la incorporación de una acción climática efectiva y equitativa no solo reducirá las pérdidas y los daños para la naturaleza y las personas, sino que también brindará beneficios más amplios”.
Mientras, nos lamentamos por la agravación mundial de la sequía tanto en Argentina como en Europa y el resto del mundo, por la violencia de los fenómenos climáticos, la contaminación que agobia las grandes ciudades (las pequeñas y la campiña también), lo que aumenta la mortalidad y deteriora la salud de los humanos, como de todos los seres vivos. ¿Al buen entendedor, pocas palabras? Piénsenlo a la hora de votar, a todos los niveles, y a la hora de consumir también.