La primera fue fundada hace cien años por Mustafá Kemal Atatürk, después de su victoria contra el invasor griego; una república turca para los turcos, después del genocidio contra los armenios, perpetrado por el imperio otomano, después de la expulsión de los griegos presentes en Anatolia desde la más alta antigüedad; el saldo trágico de la guerra greco-turca fue la expulsión de los turcos de Grecia y la de los griegos de Turquía. El hombre es un lobo para el hombre. Atatürk creó, sobre el modelo jacobino de la Revolución francesa, un Estado laico y nacionalista que reprimió ferozmente a la numerosa minoría kurda.
El presidente Erdogan, que acaba de iniciar su tercer mandato, soñaba, hace muchos años, con celebrar el centenario de la república. Se le hizo, va a celebrar una república que ha transformado de tal manera que se vale hablar de una “segunda república”, que Mustafá Kemal no reconocería. ¿Por qué? Porque Erdogan, captando el sentir de la mayoría de la nación, ha realizado una síntesis islámica nacionalista, síntesis de alguna manera comparable a la que se hizo en Rusia bajo la forma ortodoxa nacionalista. La alianza modernizada del Palacio y de la Mezquita, del Trono y del Altar.
No cabe duda, con todo y las ventajas que le favorecían de manera desleal, Erdogan derrotó realmente a la coalición que apoyaba al candidato de la oposición. Sus electores, la mayoría de la población, una mayoría sociológica que incluye buena parte de la oposición, se sienten y se definen étnicamente como turcos y religiosamente como musulmanes sunitas (ortodoxos). Los kurdos son sunitas, pero no son turcos, pobres de ellos. La síntesis funciona muy bien y eso obliga al observador a reconocer que los regímenes políticos tienen su lógica propia. Erdogan es autoritario, se puede decir que es un autócrata y que no es partidario de la democracia liberal, tal como la concibe Occidente. Sin embargo, de manera realista, todos los jefes de estado occidentales compitieron para ser los primeros en felicitarlo y ganarle la carrera a Vladimir Putin, un Putin que deseaba la victoria de Erdogan e hizo lo que estaba en su poder para apoyarlo.
¿Y ahora? ¿Qué hará Erdogan en el marco del gran juego geopolítico revolucionado por la agresión rusa contra Ucrania? ¿Se inclinará del lado de Rusia? Hasta hoy no ha aplicado las sanciones económicas contra Moscú, decididas por los occidentales y el comercio turco con Rusia ha crecido mucho. Al mismo tiempo, desde 2014, ha mantenido una línea favorable con Ucrania: en 2014, condenó la anexión de Crimea por Rusia, así como el inicio de la guerra en el Donbas, afirmó y sigue afirmando que Rusia debe respetar la integridad territorial de Ucrania. Después de 2014, concluyó con Kyiv un acuerdo de defensa en el marco del cual ha entregado al ejército ucraniano los famosos drones de concepción y fabricación turca que le dieron la victoria, en 2020, a Azerbaiyán contra Armenia. Es más, Erdogan ha tenido y tiene un papel decisivo de mediador entre Moscú y Kyiv en la cuestión de la salida de los granos ucranianos por un Mar Negro controlado por la armada rusa.
Vladimir Putin deseaba la victoria de Erdogan, con la esperanza de verlo jugar el papel de caballo de Troya en el seno de la OTAN. Turquía fue de los primeros países en entrar en la OTAN, una Alianza que definió, en su cumbre de junio 2022, a Rusia como “la amenaza más directa y más importante contra la seguridad” de sus miembros. La OTAN tiene bases militares en Turquía, frente a Rusia, y desea conservarlas ahora más que nunca. En los últimos diez años, Erdogan ha jugado en partida doble entre Rusia y Occidente y algunos analistas piensan que podría bascular del lado de Moscú, por la dependencia energética de Turquía, entre otros factores. Sin embargo, el presidente turco se siente más libre a la luz del fracaso de la “Operación Militar Especial”. Recientemente se ha reconciliado con Arabia saudita, Egipto e Israel, y ha mejorado sus relaciones con los EU y la Unión Europea. Juega tan fino que bien podría mediar entre Azerbaiyán y Armenia.