Imposible predecir el futuro de Evgenii Prigozhin, creador de un ejército privado conocido como Grupo Wagner; imposible por el momento, conocer todo lo que hay detrás de su fabulosa “marcha por la justicia” que llevó en 36 horas a sus mercenarios a 200 km de Moscú, antes de replegarse. Por lo pronto, el personaje me recuerda a los “señores de la guerra” en China, en los años 1920, pero más bien a los condottieri del Renacimiento italiano.
Francesco Bussone, pastor de puercos o de borregos, se volvió conde di Carmagnola, por haber sido condottiere al servicio de los Visconti que le hicieron un puente de oro, antes de cancelar la condotta, a saber, el contrato con el dueño de un ejército de mercenarios. Para vengarse de los Visconti, duques de Milano, se puso al servicio de la Serenísima, Venecia; cuando los Visconti le ofrecieron un irresistible puente de diamante, fue condenado a muerte como traidor por el Consejo de los Diez y decapitado en la Piazzetta, enfrente del Palacio de los Dogas. Bajo sus órdenes tuvo a Erasmo da Nardi, apodado Gattamelata, que se volvió también famoso al servicio de la república de Venecia. Tiene su hermosa estatua ecuestre, obra de Donatello, en la plaza del Santo en Padua. Bartolomeo Colleoni fue inmortalizado, a caballo también, por Andrea Verrochio, en Venecia, a quién había rentado sus apreciados servicios. Y el condottiere Francisco Sforza les ganó a todos al coronar su carrera de mercenario como duque de Milano.
Y los mercenarios suizos que pasan del servicio al rey de Francia al del emperador Carlos Quinto… Todos esos condotieros, apenas empezada la guerra, abrían discusiones con el adversario, a veces apenas firmado el contrato. Hay un dicho francés “s’entendre comme larrons en foire”, “ponerse de acuerdo como ladrones en feria”, es decir, los vendedores de ganado se ponen de acuerdo para estafarte, tú el comprador, pero ya piensan en robarse entre ellos. Tengo la vaga intuición que il condottiere Evgenii Viktorovich y el duque de Moscú, Vladimir Vladimirovich se entendieron (Aló, Volodia, habla Genya) sobre el desarrollo de las operaciones de un falso golpe de Estado. Entendus comme larrons en foire, como los condotieros italianos, sin que sepamos quién imaginó el guion, sin que lo sepan ellos mismos en su juego del gato y el ratón, ellos que tienen meses de jugar al gato y al ratón con un gato disfrazado de ratón, etc. ¿Estoy bromeando? Sí y no. En realidad, no sé nada más allende de lo visible, que es muy poco.
Faltan elementos para entender esa cabalgata que llevó a los mercenarios de Wagner hasta Tula, con Moscú a la vista. Recorrieron 840 kilómetros en autopistas, atravesando a Rusia como cuchillo en mantequilla. Ninguna resistencia, si uno olvida los helicópteros y el avión que tumbaron cuando empezaron a dispararles. Y de repente, esa media vuelta asombrosa, la mediación del tirano bielorruso, la amnistía para los mercenarios… ¿Los servicios de seguridad no anticiparon la rebelión? Impensable. Esos servicios que disponen de su propio ejército, con tanques y aviones, tampoco actuaron para cerrar el paso a los “traidores”. Que Prigozhin haya podido ocupar sin tirar un balazo al Cuartel General de la Jefatura de Operaciones Militares de Rostov –y retratarse entre los dos generales de esa Quinta J.O.M.– es increíble. Para, finalmente, retirarse bajo los aplausos de la población que lo aclamaba al grito de “¡Wagner, Wagner!”.
Lo único seguro es que el presidente ruso sale bastante golpeado por este brevísimo episodio. Las FFAA y las fuerzas de los servicios de seguridad se quedaron a la expectativa, como si, al no entender lo que pasaba, esperaban el desenlace sin comprometerse. Conclusión: el recurso a la violencia ya no es el monopolio del Estado, de la “vertical del poder” (concepto usado por Putin). Eso no augura nada bueno en el futuro; eso es una de tantas consecuencias del asalto contra Ucrania.