¿Víctima de quién o de qué? ¿De la naturaleza que la golpea con temblores y ciclones? ¿De sus vecinos inmediatos o lejanos? ¿De una larga historia que empezó con la caña de azúcar y la esclavitud? ¿De sus dirigentes a partir de la independencia? Una independencia extraordinaria, la de la segunda república de América (1791) pocos años después de la de los Estados Unidos, la de la primera república de América Latina, bajo la dirección del glorioso Toussain t-Louverture, mártir de Bonaparte, quién restableció la esclavitud y fracasó rotundamente en reconquistar la isla que había proporcionado ganancias fabulosas a los empresarios fran ceses a lo largo del siglo XVIII. La primera y única revuelta victoriosa de esclavos en la época moderna tuvo que pagar a Francia durante más de un siglo costosas “reparaciones”. Los EU tardaron hasta 1862 para reconocer su independencia y Lincoln lo hizo porque el Sur que se oponía a eso había entrado en la Guerra de Secesión. Víctima del caos, Haití conoció la ocupación militar y la administración estadounidense de 1915 a 1934. Hoy se habla, a petición de varios haitianos, de una posible nueva administración americana.
La realidad es tétrica, la de un país sumergido, que no se encuentra ni en la categoría antigua de “países en vías de desarrollo”, ni en la políticamente correcta de “países emergentes”. Haití no se ha desarrollado y tardará en no ahogarse. La corrupción de sus dirigentes y la violencia de las pandillas se ha manifestado de manera espectacular con el asesinato del presidente Jovenel Moïse, probablemente ideado en los mismos círculos político-criminales del poder, un presidente que el pueblo no llora. El pueblo es la primera víctima del terror que impone el crimen organizado, algo que ocurre cuando el Estado se desintegra y deja campo libre a los matones.
La gran isla caribeña, la antigua Saint Domingue/Santo Domingo, está dividida en dos estados, Haití al Poniente, Santo Domingo al Oriente. “Cuando Haití producía la cuarta parte de las riquezas francesas (en el siglo XVIII), sólo había vacas en el territorio vecino”, afirma el historiador Jean-Marie Théodat. “Hoy la República Dominicana es diez veces más rica que Haití con una población similar y los mismos riesgos climáticos”. El desmantelamiento progresivo de las estructuras productivas cavó el abismo económico en el cual cayó el país. Más de cuatro millones de personas viven en una situación de inseguridad alimentaria. Sin embargo, afirma Lyonel Trouillot, escritor haitiano, “nuestro país no es maldito. Las realidades son las consecuencias de acciones humanas, de los que nos gobiernan”.
La escuela está en ruinas: J.M. Théodat recuerda haber visto “un maestro enseñar al mismo tiempo a dos clases de cincuenta a sesenta alumnos, con un libro de texto en cada mano. Los alumnos más viejos tomaban su lugar para ayudarlo”. Todos los que alcanzan cierto nivel huyen a Estados Unidos y Canadá: 85% de los estudiantes con licenciatura salen del país. En tales condiciones, las perspectivas no son muy alentadoras: “Mientras la base siga podrida, Haití no podrá salir adelante”, profetiza Théodat, la base siendo la clase política dueña de lo que queda del Estado. (La Croix, 9 de julio).
¿La asistencia internacional puede impulsar primero la construcción de un nuevo Estado, antes de poner las bases de un verdadero desarrollo? El mismo problema existe en Líbano donde la pandilla eternamente en el poder no concede nada, lo que bloquea cualquier ayuda del FMI. En el pasado, Haití ha sido beneficiado con mucha ayuda, especialmente después del sismo de 2010 que mató 200,000 personas. Esa generosidad muy real favoreció menos al pueblo que a la mafia gobernante. Todas las grandes ONG trabajan activamente en Haití, y las Iglesias también, especialmente la católica. Labor de Sísifo. Hoy, la población está tan agotada, la violencia tan presente, que no se ve qué pueden hacer los haitianos solos.