El 2 de febrero de 1943, el ejército alemán capituló en Stalingrado. Esa formidable victoria soviética fue el inicio del fin para el Tercer Reich. En la noche del 12 al 13 de abril del mismo año, la radio nazi anunció el descubrimiento, en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, de unas fosas comunes con los cuerpos de miles de oficiales polacos. Atribuyó el hecho a los soviéticos. Después de 48 horas de silencio, Radio Moscú rechazó con indignación la “monstruosa calumnia”, puesto que “los bandidos germano-fascistas” eran los asesinos de los prisioneros polacos que trabajaban en la región, en verano de 1941, cuando Hitler de manera traicionera atacó a la Unión soviética. Resulta que los nazis decían la verdad y la mentira soviética se mantuvo hasta 1989.
La Resistencia polaca que luchaba valientemente contra los nazis publicó en seguida un manifiesto: “Somos conscientes de la barbarie soviética en Polonia (de septiembre de 1939 hasta junio de 1941, cuando la Wehrmacht sacó al Ejército Rojo de Polonia), al mismo tiempo nos deja estupefactos la insolencia de los alemanes que parecen olvidar sus crímenes monstruosos en Auschwitz, Maidanek, Palmir, Wawer y denuncian criminales del lado de Smolensk. No olvidaremos jamás el crimen soviético de Smolensk, jamás los crímenes nazis de los campos de concentración”.
La hermosa y trágica película de Andrezj Wajda, Katyn, (2007) hace eco a esa declaración. Wajda tenía trece años cuando su padre, prisionero de guerra, fue asesinado por el NKVD, en compañía de otros miles. “Aquel crimen fue doble, dijo el cineasta. Primero el asesinato de los oficiales. El otro es que la mentira de Katyn perviviera hasta 1989. Es una historia polaca, pero forma parte de una historia mayor… La derecha quería ver un ataque contra Rusia y no un ataque contra Stalin y la Unión Soviética. Katyn sucedió en el pasado y la cuestión es la memoria. Fue un crimen cometido por un sistema político en su conjunto. También muestro a los alemanes y la limpieza de profesores de la Universidad de Cracovia. Lo primero que hace un régimen totalitario es purgar la intelligentsia. Sucedió con los nazis y también con los oficiales asesinados en Katyn y otros lugares; muchos eran catedráticos, médicos o ingenieros, oficiales de reserva”, entre los cuales varios cientos de judíos y el Gran Rabino del Ejército polaco. Además, “La élite polaca fue masacrada, en los campos de concentración nazis. Stalin mató a otros. Así que la Polonia de posguerra empezó de cero”.
El 14 de octubre de 1992, por órdenes del presidente Boris Yeltsin, entregaron tres documentos al presidente polaco Lech Walesa. El mismo día, fueron publicados en la prensa. El primero es el texto de la decisión del Buró Político del Partido Comunista de la URSS, el 5 de marzo de 1940:
“I.- Confiar al NKVD de la URSS: 1) los casos de 14,700 personas que se encuentran en los campos de prisioneros de guerra, antiguos oficiales polacos, funcionarios, propietarios, policías, gendarmes, colonos y detenidos de derecho común. 2) así como las 11,000 personas arrestadas, polacos miembros de diversas organizaciones contrarrevolucionarias, antiguos hacendados, industriales, oficiales, funcionarios, tránsfugos, a examinar según el procedimiento especial, con aplicación de la pena capital por fusilamiento.
II.- El examen de los casos debe hacerse sin convocar los interesados, sin comunicarles la acusación y tampoco la condena final (…)”
Firmado: secretario del Comité Central J. Stalin; miembros del Politburó- K. Voroshilov, A. Mikoyan, V. Molotov. A un lado, con tinta azul, los nombres de Kalinin y Kaganovich.
El segundo documento es un largo informe preparando la decisión del 5 de marzo, firmado por Lavrenti Beria, jefe del NKVD; concluye que hay que fusilar a “esos enemigos empedernidos e incorregibles del poder soviético”. El tercer documento es una nota redactada por el KGB, en 1959, a petición de Nikita Khrushchev, posiblemente en el marco de su campaña de desestalinización. Precisa que un total de 21,857 polacos habían sido fusilados a consecuencia de la decisión del Politburó, “firmada por todos sus miembros”.
Historiador en el CIDE