Debo el título al amigo Antonio Elorza que, hace un año, publicó un artículo en la prensa española sobre el rechazo de la inmigración extraeuropea. Escribió “Un vuelo negro”, retomando las palabras de un canto muy famoso, quizá olvidado, que mi tío resistente me lo enseñó a cantar con todas sus estrofas. El Canto de los Partisanos, compuesto durante la Segunda Guerra Mundial por Joseph Kessel y Maurice Druon: “Amigo, ¿oyes el grito sordo del país que encadenan? Amigo, ¿oyes el pesado vuelo de los cuervos sobre nuestros llanos?”. Los cuervos aquellos, eran los invasores nazis. Por eso, Antonio escribe “un vuelo negro”.

Tristemente cierto, a la hora de la tragedia del buque Open Arms que no lograba desembarcar a los migrantes que había rescatado en el mar Mediterráneo, a la hora del Muro que construye Trump y del papel de muro de contención que hace jugar a nuestro país, contra los migrantes centroamericanos, se vale hablar del vuelo negro de los cuervos sobre nuestros llanos, en Europa y en América; pájaros de muerte, pájaros carroñeros. Una “vergüenza para la humanidad”, así el ministro de Defensa de España califica al ultra Matteo Salvini, el ministro italiano del Interior, que impedía el desembarque de los sobrevivientes. ¿Cómo iba a entender el hombre que se ve como el nuevo Mussolini, que “la inmigración es un drama que afecta a la humanidad en su conjunto”? Palabras de la ministra española, Margarita Robles. Salvini hizo abuchear al papa Francisco por su postura clásica, que siempre ha sido la de la Iglesia, de abogar por los migrantes. Acuérdate, Abraham, que fuiste un extranjero, un migrante y que te recibieron generosamente, te dieron la hospitalidad. Pensar que los partidarios de Trump, de Orban, de Salvini, los ultras españoles se pretenden cristianos, creen ser cristianos… Sin comentario.

El “cristiano” Donald Trump, poco tiempo después de la masacre de El Paso, y al otro día de la mayor redada en Estados Unidos, que tuvo lugar en Misisipi y detuvo a 680 inmigrantes, declaró orgullosamente: “Esto sirve como un buen elemento de disuasión”. Muchos niños se quedaron esperando en vano a sus padres, a la salida de las escuelas. Y la pareja presidencial se hizo retratar, sonriente, con Melania Trump cargando un bebito, huérfano a resultado de la masacre de El Paso. Ahora sí, No Comment. No puedo.

Su amigo Viktor Orban, el dirigente húngaro, ganó de nuevo las elecciones, después de una campaña prometiendo la defensa de una nación húngara, amenazada por un complot de la Unión Europea para llenar la Europa central con negros y musulmanes, evocando el papel histórico de Hungría como el escudo, el baluarte de la Europa cristiana contra el turco, contra los bárbaros. Lo que me da tristeza es que, cuando me indigno contra estos personajes —lo que me permite sentirme bueno, virtuoso, cristiano— olvido que no estamos naturalmente protegidos contra tal actitud. En Europa, entre los moderados, demócratas sinceros, gana terreno la idea que la inmigración es una plaga, una terrible amenaza, confundida con el terrorismo, Al Qaeda, el Califato, Isis… En México, no le tememos a los barbudos islamistas de la yihad, pero, después de la primera y generosa reacción a favor de los migrantes, gana rápidamente terreno la reacción contra el extranjero, contra el Otro, por más que sea un otro que se nos parece mucho.

El candidato presidencial Emmanuel Macron defendía la visión de una sociedad abierta, orgullosa de sus diferencias culturales y de sus aspiraciones universales, “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Fraternidad… No hay palabra más hermosa. Hoy la Secretaría de Gobernación explica que ciertas regiones de Francia están en riesgo de desaparecer “sumergidas por el flujo de las solicitudes de asilo”. El candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador hablaba en los mismos términos, y ahora… Sin comentarios.

Las palabras tienen su importancia y no es posible hablar de inmigración en términos de diluvio, inundación, desastre, catástrofe.


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