Nuestra Secretaría de Relaciones ha mencionado la posibilidad de vacunar 2,500,000 personas contra el Covid, en las semanas que vienen. Esa perspectiva nos lleva a pensar en el gran reto logístico que enfrentan empresas y gobiernos a tres niveles: producción, distribución, aplicación de la vacuna. Los laboratorios empezaron la fabricación antes de haber terminado el desarrollo clínico. Además de las vacunas rusa, china, india, ya vienen cinco occidentales: AstraZeneca-Universidad de Oxford (2 mil millones de dosis), Moderna (mil millones), Pfizer-BioNTech (mil millones), Johnson & Johnson (mil millones) y Sanofi-GSK (mil millones). En menos de un año, los laboratorios rompieron récord de velocidad, compartiendo el enorme riesgo financiero con los Estados; un solo ejemplo basta: el 8 de octubre, la Comisión europea reservó 480 millones de dosis con Johnson & Johnson. Hace meses que Moderna se comprometió a entregar 20 millones de dosis en diciembre y Pfizer prometió 100. Las fábricas duplicaron, triplicaron su capacidad productiva, la India, campeona en la producción farmacéutica, y Argentina trabajan a un ritmo impresionante.
El segundo reto es la necesidad de disponer de una cadena de transporte funcional y de alta seguridad para entregar a toda velocidad las vacunas. IATA, que agrupa 280 compañías aéreas, calcula que habría que movilizar 8,000 aviones del tipo Boeing 747-carga, para entregar una dosis a todos los humanos… Las compañías enfrentaron el reto hace ocho meses con las mascarillas, pero ahora no saben exactamente de donde vendrán los productos, cuándo y en cuánta cantidad. Fedex, DHL y demás especialistas del transporte exprés se preparan; DHL menciona 15,000 vuelos. Aviones no faltarán, pero el problema de la temperatura de preservación del producto dependerá de cada vacuna; para Pfizer -80 grados, lo que implica rentar contenedores equipados para mantener la cadena del frío.
Habrá que descargar rápidamente cada avión, para que el siguiente pueda aterrizar, eso sin romper la cadena del frío entre el avión y el camión frigorífico. Luego miles de estos camiones deberán salir de los aeropuertos para entregar a todas partes la vacuna. En Francia, piensan evitar que los vehículos lleven algún distintivo para que nadie sepa que transportan vacunas; incluso las primeras entregas se harán bajo escolta de la gendarmería, como se hizo en marzo con las mascarillas. En México, donde el hampa ha robado las vacunas contra la influenza, debemos seguir el ejemplo francés.
Después de la producción y del transporte, el tercer reto será la organización de la campaña de vacunación, que tiene dimensiones materiales muy concretas y dimensiones éticas no menos importantes. Es de esperar que, en nuestro México, se aprovechen las experiencias acumuladas de epidemias anteriores y de las campañas anuales de vacunación contra la influenza, que implican siempre la colaboración de muchos servicios y de muchos profesionales, tanto de los circuitos de distribución como de hospitales, centros de salud, médicos, farmacias… Ojalá sepamos resolver el problema de la distribución que ha sido desastrosa en los últimos dos años.
Es de esperar que los pedidos realizados por nuestro gobierno consigan las dosis necesarias para toda la población, pero como no llegarán todas al mismo tiempo –lo que, además, provocaría un embotellamiento terrible– no se vacunará a todos los mexicanos en un mes, ni en dos, lo que plantea la seria cuestión de la estrategia de prioridades. Lógicamente, hay que vacunar primero las categorías en riesgo: el personal hospitalario y sanitario tiene prioridad, luego siguen las personas mayores de 65 años, los diabéticos, etc. En Francia, calculan que todas las poblaciones en riesgo, o sea la tercera parte de la nación, quedarían vacunadas en tres meses, lo que permitiría controlar la pandemia.
¿Estamos listos para contestar a los tres retos?