Puede que la crisis económica, la inflación galopante (74%), la tremenda devaluación (60%) afecten la popularidad del presidente Erdogan en el frente interno, a la hora de las elecciones de junio 2023, pero en política exterior nadie le puede ganar. Siendo Turquía miembro de la OTAN desde siempre, Erdogan no ha dejado de darles dolores de cabeza a los socios, pero siempre sabe hasta donde ir demasiado lejos, como buen alumno de Talleyrand. Puede comprar armamento ruso, misiles S-400, desafiando a la OTAN, coquetear con Putin, detiene a los rusos en Libia, los frena en Siria, lleva Azerbaiyán a la victoria en un casi jaque-mate con Vladimir Vladimirovich, y, para colmo, equipa a Ucrania con sus famosos drones. Aplica el tratado internacional de Montreux (1936) cerrando el paso por los estrechos a la armada rusa del Mediterráneo de modo que Moscú no puede fortalecer la flota del Mar Negro contra los ucranianos. Putin tiene que comprar drones a Irán porque Erdogan no se los vende. En una fenomenal movida, el presidente turco acompaña al ruso para un encuentro con los dirigentes iraníes, cuando Ankara y Teherán se enfrentan en el Medio Oriente.

Si bien sus buenos oficios no han logrado, hasta ahora, llevar a buen término las negociaciones ruso-ucranianos en Turquía, marcó un gol sensacional, con la firma en Estambul de dos tratados –dos, porque Rusia y Ucrania firmaron por separado, al no querer firmar un documento único– que permiten la reanudación de la exportación de los granos ucranianos: por lo pronto los 25 millones de toneladas de trigo embodegadas. De seguir funcionando, Erdogan será el gran héroe para África y un sinfín de países amenazados por la hambruna.

Asustados por el imperialismo putinesco, Suecia y Finlandia renunciaron a su neutralidad y pidieron su entrada a la OTAN: en un primer momento, Erdogan bloqueó su candidatura, invocando la inacción culpable de esos países frente al terrorismo. ¿Cuál terrorismo? El de los “terroristas” kurdos del partido de los trabajadores del Kurdistán turco (PKK), y de los combatientes kurdos de Siria, reconocidos por los dos países: “Nuestro interés nacional vital está en cuestión, impediremos esas adhesiones todo el tiempo necesario”. Al mismo tiempo, volvió a tensar la relación con Grecia, otro miembro de la OTAN, exigiendo la desmilitarización de sus islas en el Mar Egeo. El chantaje turco funcionó. Estocolmo y Helsinki cedieron. Erdogan dio en seguida luz verde a las dos candidaturas.

“Los turcos hemos tenido, históricamente, miedo de los rusos”, dijo Orhan Pamuk a Hugo Alfredo Hinojosa (Confabulario, 3 de julio). “No hay la supuesta alianza entre Erdogan y Putin… Mis lectores de México deben saber que los enemigos eternos del imperio otomano fueron los rusos… Cuando Turquía se unió a la OTAN fue debido a que Stalin, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a pelear por dominar más territorios entre los que se encontraba el otrora imperio otomano, pero específicamente quería apoderarse de la ciudad de Kars… Así que se dio una alianza con Estados Unidos… Erdogan y sus afrentas políticas para dar la impresión de que abandonaría la OTAN, no es sino una forma de chantaje. Genera su propio caos bien medido… Pero, por encima de todo, la población turca le teme a Rusia”.

“Su propio caos bien medido”, es lo que Talleyrand llamaba “saber hasta dónde ir demasiado lejos”. Ese gran juego es estratégico, no táctico. A largo plazo. No se explica únicamente por preocupaciones electorales, si bien sus éxitos diplomáticos pueden poner a la oposición en dificultad. Los seis partidos de oposición aliados en un frente para las elecciones presidenciales y legislativas de 2023 no han criticado la diplomacia del presidente Erdogan que prepara para el año próximo el centenario de la fundación del Estado turco. Año 8 de la guerra que Putin emprendió contra Ucrania en 2014.

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Historiador en el CIDE