Nunca se fue totalmente, pero Hamas le ha dado un buen pretexto para manifestarse y los medios rusos, tanto clásicos como las redes, han revivido el tema del “malvado judío”. En los tiempos de la Unión soviética el antisemitismo se disfrazaba de anti-sionismo y de lucha contra el “cosmopolitismo”. Tan pronto como desapareció la URSS, muchos monjes, sacerdotes y obispos regresaron al viejo discurso del antijudaísmo cristiano: “Mataron a Jesús, cometieron el imperdonable crimen de deicidio y Dios los condenó al nomadismo perpetuo”. ¿No me creen? Ahí está el libro publicado en 1995 por el monasterio de Pskov, uno de los cuatro más importantes de la ortodoxia rusa, La Ortodoxia y el destino de Rusia. Es una reedición porque su autor, el arzobispo Nikon, murió en 1918. Eso demuestra que el pasado no ha pasado: el libro está citado por toda la prensa “patriótica”. Doy unos ejemplos. “Toda la intelectualidad se ha vendido a los judíos”. “Los judíos se han apoderado de la palabra libertad. Es una libertad de la maldad, para envenenar a los rusos, la libertad de burlarse de ellos”. “Las así llamadas ideas liberales que diseminan se difunden como una epidemia” (p. 420).
Hoy la historia se repite, hoy muchos clérigos leen este libro y tienen como santo al metropolitano de San Petersburgo, Ioann, muerto en 1995, autor de muchos textos antisemitas y apologista de los famosos Protocolos de los Sabios de Sion, por cierto, constantemente reeditados en Rusia. Los discursos antisemitas son los de siempre. La coherencia es lo de menos, basta que se repitan las palabras “rusófobos”, “traidores”, “judíos”, “elites mundiales”. Vladímir Putin, por ejemplo, dijo tranquilamente, el 16 de junio: “Tengo muchos amigos judíos que dicen que Zelensky no es judío, que es una vergüenza para el pueblo judío, cubre a esos hijos de p… neonazis”. Todos los antisemitas dicen “tengo amigos judíos…” A principios de septiembre, en TV-Ru afirmó: “Los occidentales pusieron una persona, un judío étnico, con orígenes judíos, a la cabeza de la Ucrania moderna. Así intentan, pienso yo, disimular la esencia anti humana que es el fundamento del Estado ucraniano. Eso vuelve asquerosa esa situación, en la medida que el judío étnico cubre la glorificación del nazismo y cubre los que dirigieron el holocausto en Ucrania”. Su ministro de Relaciones, Serguei Lavrov, mencionó que “Hitler también tenía sangre judía. Que Zelensky sea judío no significa nada. Los intelectuales judíos dicen muy seguido que los más fervientes antisemitas son generalmente judíos”.
Durante años, los rusos liberales se preguntaban si el autoritarismo creciente del régimen se parecía al de Stalin o al de Hitler, al principio, pero se tranquilizaban: “Todo va mal, pero Putin no es antisemita como aquellos dos”. En 2023, es inútil preguntarse si el presidente es personalmente antisemita o no. La lógica del sistema y los conflictos internacionales, el último siendo el que opone Israel y Hamas, han estimulado el visible surgimiento del antisemitismo en la retórica oficial y la represión muy concreta. El terreno estaba abonado por la cultura antisemita del zarismo –el zar Nicolas II, beatificado como mártir por la Iglesia ortodoxa, era un antisemita convencido– y del sovietismo. En 2022, el nuevo Manuel del conscripto, para los muchachos movilizados, dice que en la Ucrania “temporalmente ocupada por una pandilla terrorista, todos los poderes están en las manos de ciudadanos de Israel, Estados Unidos e Inglaterra… Luchamos contra el nacionalismo ucraniano y el satanismo mundial”. (Yo subrayo).
A la hora de la ofensiva de Hamas, se burlan en Rusia de los judíos que emigraron a Israel y que, supuestamente, cobardes muertos de miedo, quieren volver a Rusia o instalarse en Ucrania, en los territorios ocupados por el ejército ruso, pero que, esperan sean pronto “étnicamente limpiados” por Ucrania. Denuncian a la vez que Ucrania abre los brazos al movimiento judío hasídico Habad-Lubavich. La palabra “judío” sirve ahora para marcar a los liberales, a los enemigos de la guerra, “la quinta columna” de traidores.
