Granuja o canalla, voyou en francés, merzávets en ruso, así se define Gérard Depardieu a sí mismo, y así definió, en 2014, a su amigo Vladimir Putin, el presidente que le dio la nacionalidad rusa un año antes. En su autobiografía, platicada a Lionel Duroy (Depardieu presume de analfabeta), Çà s’est fait comme çà (“Así salió”), cuenta que muchos amigos le reclamaban su amistad con Putin y explica como surgió: dijo, más o menos –no tengo mi libro a la mano– que “fue amistad a primera vista, porque sentí luego, luego que era un granuja como yo”. Depardieu tuvo una infancia muy difícil, marcada por la miseria de sus padres, en medio de cinco hermanos y hermanas. “Me corrieron del catecismo, me corrieron de la escuela (a los 13 años porque no sabía leer), me corrieron de todas partes”. Tuvo una adolescencia más dura aún, ayudando a su madre con la venta de cigarrillos de contrabando (de los soldados de una base militar estadounidense en Francia) o cobrando como guarura de prostitutas. Concluye que lo salvó el ejército y que Putin, después de seguir un camino semejante, fue salvado por el KGB. “Cuando un granuja encuentra otro granuja, o se matan o se abrazan. Nos abrazamos”.
Hay que saber que Depardieu, desde que llegó, temprano, al teatro primero, luego al cine, se impregnó de literatura y de música rusa: Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, Maiakovski (el gran poeta, que Stalin calificó de merzávets, porque se suicidó), Chaikovski, Shostakovich. En 2011 encarnó un fabuloso Rasputin para la televisión francesa, lo que le valió la admiración de Putin y la nacionalidad rusa, a la hora de su exilio de Francia por razones fiscales. “Soy un granuja, pero no asalto, ni mato, ni traiciono, cumplo con mi trabajo como granuja: hago lo que quiero, soy quien soy, soy yo y soy libre”.
Acaba de dar una prueba de su libertad. Gérard Depardieu, bautizado en 2020 en la Iglesia Ortodoxa Rusa en París, el 1 de marzo le pidió a su amigo Vladimir “deponer las armas y negociar a fin de parar esa guerra fratricida. Rusia y Ucrania han sido siempre pueblos hermanos”. Como Putin no le hizo caso, el 31 de marzo, declaró: “el pueblo ruso no es responsable de las locas e inaceptables derivas de sus dirigentes, de Vladimir Putin”. Anunció que dará a las víctimas ucranianas la recaudación de sus conciertos en París. Quedó lejos la época cuando el actor comparaba al presidente ruso con Juan Pablo II.
Como Depardieu goza (gozaba) de una enorme popularidad en Rusia (como Arnold Schwarzenneger), el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, se apresuró a prender un contrafuego: “Creo que, sin duda, Depardieu no comprende todo lo que ocurre, ya que no está totalmente al tanto de la situación política… No entiende lo que son las regiones separatistas prorrusas, los distritos ya independientes de Donetzk y Luhansk; no se enteró de los bombardeos ucranianos contra los civiles. Si fuera necesario, estamos dispuestos a contárselo y a explicarle, si lo desea, para que entienda mejor”. Inmediatamente, un diputado pidió que se le retire la nacionalidad rusa al “traidor” y que se embarguen sus bienes inmuebles.
Vuelvo al tema de los “granujas”. Yves Hamant, profesor emérito de cultura rusa y soviética, traductor de Solzhenitsyn, explicó hace quince días, en Le Monde, que “el uso que Putin hace de la jerga (“argot”) mafiosa rusa indica cierta afiliación al bajo mundo de los malhechores”, una contaminación de la sociedad rusa por “la moral mafiosa”. El lector recordará entonces que el primer ministro Putin, en 1999, asombró al mundo cuando declaró que “rematarían a los chechenos hasta en los excusados”. En febrero de 2022, a propósito de Ucrania, volvió a usar el mat, la lengua de los criminales rusos: al afirmar que Ucrania tendría que obedecer, citó una copla vulgar sobre la Bella Durmiente: “Te guste o no, tendrás que soportarlo, hermosa”. La copla completa reza: “En la tumba duerme mi hermosa/ Me agacho y la c…/ sí o no, te guste o no/ tendrás que soportarlo hermosa”.
Ucrania es hermosa, le contestó Zelinsky, pero no es tuya.
Historiador en el CIDE