Como muchos presos políticos de Vladimir Putin, Alexei Navalny, el hombre que asustó al hombre del Kremlin en 2012 y 2013, intenta publicar textos para romper el silencio que impone el régimen. El 4 de junio pasado, día de su cumpleaños 47 y de su tercer año en la cárcel de máxima seguridad, sus partidarios organizaron ceremonias en 140 ciudades de 50 países. Gracias a sus abogados, tenemos acceso a su diario, manifestación de valor, voluntad y sentido del humor. Cuando se enteró de la cabalgata de Prigozhin y de que Putin le garantizaba amnistía, se preguntó, con razón, porque él, Navalny, que nunca usó la violencia, no se beneficia de semejante indulgencia.
Evgeni Prigozhin, el dueño del ejército privado Wagner, denunció, a la hora de su amotinamiento, los videos en redes sociales de hijos de ministros bailando en lujosas fiestas, mientras que sus hombres morían en el campo de batalla. Resulta que Navalny también se había enterado. El 16 de junio, apuntaba en su diario: “¿El hijo del ministro de la Defensa Shoigu es culpable? Sheba, el “joven rompecorazones”… Claro que no, mientras esas fotos no sean objeto de sanciones penales en Rusia. Él no escogió a su padre, ese ladrón monstruoso y mentiroso, comandante en jefe de una guerra insensata y perdida.
Sin embargo, viendo las fotos de la vida alegre y glamorosa de Sheba, no dejé de pensar que, según el último sondeo de la FBK, 19 por siento de los ciudadanos conocen alguien que ha muerto en esa guerra. Alguien que dio su vida sin rima ni razón, únicamente para que los hijos de Shoigu y Putin puedan bailar y divertirse en el lujo. ¿Se imaginan ustedes el número de hombres sin brazos, sin piernas que llegarán a casa en silla de ruedas y deberán tomar vodka para borrar sus recuerdos de guerra? Me pregunto si se le ocurre a Sheba. Quizá se preocupa un poquito. No está totalmente excluido.
Sin embargo, cada uno debería saberlo y, primero, los movilizados y sus familias. Todo, en esa historia, habla del funcionamiento de nuestro país: el ministro que manda a los hijos de los demás a la masacre, y los suyos bailan en la red prohibida Instagram; la corrupción; la hipocresía monstruosa de la élite putiniana.
Les conté que ya no prenden el radio en mi celda (Navalny está totalmente aislado y encerrado en una celda muy exigua). Me divierten difundiendo en círculo los discursos de Putin, justificando su estúpida guerra, denunciando con todas sus fuerzas al inmoral Occidente que perdió la fe y no lee los textos sagrados, acusándolo de pervertir no solo a los suyos sino también a nuestros niños rusos.
Favor de decirme si ustedes pueden concebir un país occidental cuyo presidente tenga tres familias y seis hijos al mismo tiempo, y cuyo ministro de la Defensa tenga dos familias y cinco hijos, como Putin y Shoigu. Claro, la vida es complicada, esas cosas pasan y pertenecen a la vida privada. Pero, si uno tiene un montón de hijos escondidos, fuera de matrimonio, no debería, creo yo, dar lecciones de moral a los demás y menos invocar esa inexistente moral como pretexto para atacar al país vecino. Quisiera que cada movilizado, cada ciudadano de Rusia conozca la historia alegre de Sheba el rompecorazones. Así que, por favor, no sean lentos y manden esa liga a sus amigos: youtu.be/vwy5-MF8hII junio 17 ¡Qué horror! Me siento como un viejo abuelo que mueve la cabeza diciendo: “¡Ah, los jóvenes!”.
Junio 20. Algunos coleccionan estampillas, o monedas. Yo completo mi increíble colección de procesos. Me juzgaron en el Despacho de Asuntos Internos, sentado justo debajo de un retrato de Iagoda (uno de los verdugos de Stalin en el Terror de 1937-1938). Me juzgaron en una colonia penitenciaria y ahora me juzgan a puerta cerrada en una colonia “de severo régimen”, o sea, de alta seguridad. Así dicen abiertamente: “Le tenemos miedo. Miedo de lo que va a decir. Miedo de la verdad”.