Desde que existen las vacaciones, el mes de agosto es el más tranquilo del año y eso repercuta en la prensa escrita y en los noticieros que hablan del clima y batallan para llenar el espacio y el tiempo. En Francia, hace muchos años, repetían una broma inglesa que decía, en el mes de agosto, año tras año, reaparece el monstruo del Loch Ness, en Escocia. Preguntando, investigando sobre su existencia, los periodistas cumplían su tarea.
Parece que, en el año de gracia de 2023, los ovnis, Objetos Voladores No Identificados, que son los ufos, de Estados Unidos, Unidentified Flying Objects, suplen al monstruo escocés. Primero en nuestro vecino del Norte, unos militares pusieron el cascabel al gato, al declarar en televisión que el Pentágono y demás órganos de gobierno disimulaban la realidad, a saber, las visitas exploratorias de extraterrestres venidos a bordo de ovnis. Su dicho llevó a las autoridades a ordenar una investigación a fondo sobre un tema que había surgido por primera vez en 1947, el 25 de junio, para ser preciso. Al mes, en México, seguimos el ejemplo estadounidense y se anuncia que se abre el expediente nacional sobre los ovnis y demás ufos.
En la prensa francesa del pasado próximo mes de agosto leí sobre el asunto; buscando en el pasado, encontré en la misma prensa gala del mes de agosto, agosto de ¡1993, hace 30 años! varios artículos, entre los cuales uno de Le Point, intitulado “El oscuro misterio de los ovnis”. Treinta años después, podría usar ese encabezado para mi texto de hoy. Nada nuevo bajo el cielo.
Un poco de historia: fue, en efecto, el 25 de junio de 1947, en el marco del inicio de la Guerra Fría, que el joven empresario Kenneth Arnold, solo a bordo de su pequeño avión privado, ve nueve extrañas máquinas volar encima del Monte Rainier, entre el estado de Washington y Columbia británica (Canadá). Tan pronto como baja de su aeronave, cuenta lo que vio a dos periodistas. La publicación de la noticia es el equivalente de un bombazo, científicos y militares se preocupan; al pobre Arnold le cae un sinfín de acusaciones: borracho, irresponsable, alucinado, demente, y el gran público se apasiona, se alarma: nace el mito de E.T. ¿Existen los extraterrestres?
Kenneth Arnold es un hombre responsable y tranquilo, piensa que se trata de aeronaves o cohetes militares de un nuevo tipo, guardados secretos porque se encuentran en la etapa experimental. Si son estadounidenses, no lo pueden decir, para no alertar al enemigo soviético. Perplejo y molesto por todo lo que le cae, se presenta al F.B.I para quejarse de la falta de interés de los militares. Resultado: el Ejército le pide un informe detallado de su visión y lanza investigadores a trabajar, con la hipótesis que debe tratarse de artefactos soviéticos.
Pero, en enero de 1948, ocurre “el incidente Mantell”, cuando el piloto de la U.S. Air Force, Thomas Mantell, se estrella en el estado de Kentucky al perseguir un UFO. En aquel momento, los militares estadounidenses se volvieron los primeros en creer seriamente en los ovnis. Es el inicio de un largo periodo de serias investigaciones llevadas a cabo por diversos institutos militares de las tres armas, durante más de veinte años. Lógicamente, las fuerzas aéreas son las primeras, con su proyecto, Project Sign, en el cual trabajan científicos de primera. Se dice que hasta la flamante C.I.A (heredera del O.S.S de la segunda guerra mundial) tiene su propio proyecto, mejor dicho, que es EL proyecto, que ha sido fundado para estudiar a los ufos. Patraña, pero…
El proyecto de la U.S Air Force terminó con la entrega de un informe calificado “top secret”. Juntó testimonios oculares de gente que vio ovnis, entrevistas con pilotos, análisis de científicos para concluir que los extraterrestres deben de existir. El general jefe de Estado-Mayor descarta el informe, por falta de pruebas, y lo manda destruir. ¿Se habrá destruido? ¡Quién sabe! Siguieron otros proyectos militares. Su carácter secreto molestó tanto que se acusó al Ejército de disimular la verdad: E.T. existe.
1947-2023, seguimos en la misma historia. Se abre de nuevo el expediente.
